El boom inmobiliario de los últimos años fue acompañado en las villas por un fenómeno de construcciones precarias de dos o tres pisos. Ese avance, sumado a la imposibilidad de acceder a una vivienda digna para los sectores de escasos recursos, permitió el crecimiento de un mercado inmobiliario informal que regula el acceso a las villas.
Hoy, una habitación con baño compartido y sin cocina en la Villa 31 oscila entre $ 1.000 y $ 2.000, mientras que en barrios como Flores, Constitución, Lugano y Villa Luro por un monto inferior puede alquilarse un monoambiente con todos los servicios.
Así pudo comprobarlo PERFIL en una recorrida por distintas inmobiliarias porteñas que trabajan con propiedades de pocos metros cuadrados en algunas de estas zonas. La empresa Brick Propiedades, por ejemplo, ofrece un monoambiente sobre la avenida Entre Ríos, entre Venezuela y Belgrano –Congreso–, a $ 1.400. La inmobiliaria Loria alquila un departamento similar en Montevideo al 500 –Centro– a $1.500. Precios aun más bajos pueden encontrarse en sitios web del sector: el portal Argenprop publica propiedades de un ambiente desde los $ 1.300 en barrios a elección.
Según datos de la Encuesta Anual de Hogares, el 30% de los habitantes de las villas son inquilinos. Es el caso de Amílcar González, habitante de la Villa 31 de Retiro no por elección sino por no tener otra opción. “Para irme a otro barrio necesito una garantía. Como no la tengo, se aprovechan con lo que nos cobran por un alquiler”, dice resignado. El caso de Amílcar se replica en cientos de personas que pagan montos superiores a $ 1.500 por una habitación para sus familias, en general numerosas.
“Los alquileres son más caros cerca de los accesos, porque es la zona más segura”, afirma Juan Romero, otro vecino de la 31. La variación de precios se debe, principalmente, al tamaño y la ubicación de la pieza. En el caso de este asentamiento, la proximidad con el centro de la ciudad y el acceso a medios de transporte inciden en el costo de los alquileres.
La villa tampoco escapa a la especulación inmobiliaria: en los asentamientos es posible encontrar propietarios con más de cincuenta habitaciones puestas en alquiler.
Un informe realizado por la ONG Techo señala que en la Ciudad hay 76.300 familias que viven en 56 villas. Las cifras reflejan la complejidad de una problemática que empeoró durante los últimos años. Hábitat para la Humanidad Argentina (HPHA) realizó en 2008 un estudio en conventillos, pensiones y hoteles. Los resultados mostraron que los inquilinos pagan precios a valores de mercado por viviendas –en muchos casos, construidas sin asistencia profesional– en las que predomina el uso de materiales precarios y la falta de servicios.
“Las familias cuentan que, en algunos casos, los requisitos para alquilar por ejemplo en conventillos incluyen tres meses de adelanto, pago de expensas, garantía propietaria de un familiar directo y recibos de sueldo con al menos seis meses de antigüedad”, afirma Ariel Sosa, coordinador de programas de HPHA. Además, si la vivienda está en malas condiciones o existen deudas por servicios, los inquilinos deben hacer frente a los gastos.
En conventillos y pensiones, el alquiler de una habitación de material con baño compartido ronda los $ 2.000, mientras que un cuarto de madera y chapa cuesta alrededor de $ 900. A diferencia de estos lugares, el arreglo para acceder a una habitación en una villa no requiere de ninguna documentación que avale la situación del inquilino.
“El problema no es construir viviendas, el problema es regular mercados”, afirma Raúl Fernández Wagner, arquitecto especializado en Tecnología de la Vivienda. Y destaca la necesidad de repensar la distribución de las propiedades. “En Buenos Aires, el déficit de vivienda ronda los 140 mil hogares, mientras que, como contrapartida, el último censo indica que tenemos más de 340 mil propiedades vacías”, explica. Fernández Wagner plantea la necesidad de generar un sistema de alquileres sociales subsidiados: “Si hay una población que puede pagar entre $ 1.500 y $ 2.000 por un cuarto, con políticas crediticias y de vivienda apropiadas esas personas podrían acceder a departamentos en otros lugares”, señala el urbanista.