"Siempre fuiste la razón de mi existir, adorarte para mí fue religión…” Cuánto romanticismo hay en estas palabras pertenecientes al bolero “La historia de un Amor” de Carlos E. Almarán. Conmueve escucharlas, pero nada más que escucharlas porque, cuidado, vivir en pos de otra persona puede hacer mucho daño.
Si se quiere sufrir de verdad, nada es más efectivo que depender afectivamente de otra persona. Ser tan, pero tan sacrificada, como para correr por y para realizar sus deseos y hacerlo feliz, nos quiera más por lo buenas que somos, aunque ni se de cuenta y, peor aún, jamás lo diga o lo demuestre. Este tipo de relación no sólo se da en la pareja, si no en vínculos de amistad, familiares, personales, laborales, institucionales.
¿Qué es la dependencia afectiva? Se denomina así a una relación totalmente asimétrica, en la que una de las partes suple, de alguna manera, lo que no está dando la otra. Es un conflicto, mucho más frecuente de lo que se cree, que le puede suceder a gente totalmente normal, de ambos sexos, edades y elección sexual.
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