Tres días tardaron los Barbar en llegar desde Siria hasta Argentina. El lunes pasado, salieron bien temprano desde Alepo, ciudad donde vivían y una de las más afectadas por la guerra que azota el país hace cinco años, primero hasta Damasco por un camino que a veces está abierto y otras no. Por tierra llegaron hasta el Líbano, donde salía su avión con destino a Turquía para llegar finalmente, vía Roma y San Pablo, a Buenos Aires el miércoles a la noche.
En Ezeiza los esperaba Liliana Szwarc, su “llamante” –la persona que posibilita que les otorguen las visas para venir al país–, una de las voluntarias de Refugio Humanitario Argentino, una red de personas que sin vínculos familiares surgió este año con el objetivo de traer al país a refugiados sirios.
“Todo el proceso fue muy conmovedor. Para ellos estar acá es un shock cultural muy grande, por eso la contención emocional es tan importante”, cuenta Szwarc, que vive en Buenos Aires e inició el trámite para recibirlos hace cinco meses. “La condición del padre para venir a la Argentina era que sus hijas, que tienen 12 y 14 años, pudieran seguir estudiando. Ellas hablan francés y están aprendiendo español. Ya corrigen a los traductores de árabe y aprendieron a decir gracias por su generosidad”, cuenta Szwarc.
La llegada de la primera familia convocada por la red fue celebrada por los voluntarios de todo el país. La agrupación surgió tras un posteo en Facebook de Mariano Winograd, quien conmovido por lo que sucedía decidió convertirse en llamante del Plan Siria (ver aparte) en abril, y en junio recibió en su casa de San Fernando a Majd y Madle. Esta pareja siria está aprendiendo el idioma y tienen un incipiente emprendimiento gastronómico todos los fines de semana en el mercado Sabe La Tierra, de San Fernando, donde llevan sus platos típicos. “Cuando abrieron su bolso y vimos los condimentos que se habían traído les pedimos que cocinen algo, y vimos que con eso podían trabajar”, cuenta Winograd. Nieto de inmigrantes judíos que huyeron también de la guerra, decidió que ante el panorama sirio y la vida en los campos de refugiados en las fronteras de los países europeos tenía que hacer algo. Tras convertirse en llamante, se contactó con un sacerdote argentino en Alepo, quien envía la información de las familias que necesitan venir al país, y aquí se consiguen los voluntarios. “Hemos logrado convocar llamantes para 23 familias de Alepo, Damasco, Latakia y Sweida”, celebraban hace poco en Facebook.
A la espera. En Mendoza, Jimena Pizarro y su mamá toman clases de árabe todos los jueves, para estar listas cuando lleguen las dos familias sirias que ellas van a recibir en sus casas. “Esperamos siete personas, un matrimonio con una hija de 6 años, y otra familia con dos hijos”, cuenta Pizarro, para quien la imagen de Aylan, el nene sirio que apareció ahogado en una playa, fue el principal motivo que la llevó a hacer algo. “Vamos a recibir nenes que lo único que conocen es la guerra”, agrega.
Hace poco, organizaron un bingo para juntar plata para cubrir los gastos de la llegada de las familias, además de buscarles trabajo y gente que los ayude a instalarse.
“Cuando hay chicos en el medio te ponés en lugar de esos padres y te mueve a hacer cualquier cosa”, coincide Germán Bolatti, llamante de Saénz Peña, Chaco, que está esperando a una familia con tres chicos, mellizas de 7 años y una beba recién nacida con quienes está en contacto vía WhatsApp a la espera de toda la documentación que necesitan. “Con los bombardeos nos llegan mensajes desesperados, que los ayudemos a salir de ahí”, cuenta Bolatti, que también está aprendiendo árabe para comunicarse y darles más confianza apenas lleguen. Por lo pronto consiguió lugares para que trabajen y un departamento para que vivan.