El objetivo era conocer el costado más humano de Carmen, sus canciones, libros y recuerdos. Pero esa intimidad es inseparable de su figura pública, con lo que toda palabra cobra otra dimensión. En un diálogo informal en el programa radial El Club de la Tarde, la jueza de la Corte Suprema Carmen Argibay habló de ella, sus recuerdos, su infancia, pero también de dos cuestiones estructurales del oficialismo: la construcción de la memoria ante el terrorismo de Estado y la deuda pendiente con la cantidad de jubilados que demandan judicialmente un reajuste en sus haberes jubilatorios.
Temas musicales como Calypso bananero, para atraer a un amor adolescente, o Yesterday (The Beatles), para recordar un beso especial de juventud dieron paso al repaso de una época oscura en la vida de la magistrada: su detención en plena dictadura.
“Estuve presa nueve meses sin saber por qué”, rememoró Argibay. “Nunca fui militante”, explicó.
Consultada sobre su posición entre la dicotomía entre encerrarse en la memoria o construir hacia adelante sin una mera autocrítica, Argibay contestó que “hay que tener un equilibrio. No se puede olvidar”.
“Yo he podido perdonar pero no olvidar lo que me pasó. A partir de ahí, miro hacia adelante para construir”, justificó. “No se puede vivir con odio. No avanzás, no vivis, no podes tener cariño”, prosiguó.
En ese sentido, la jueza concibió a la Justicia como “el primer paso para la clausura del dolor, el comienzo de la superación de los sentimientos negativos, el duelo”.
A su turno, Argibay se refirió al ajuste en los haberes jubilatorios y las demoras en los cuantiosos juicios que esperan una sentencia firme.
De momento, no hay un tiempo que permita deducir el destino de las demandas. “No hay un juez por causa. Si fuera así, estaríamos todos salvados”, reconoció, mientras responsabilizó a lo s legisladores por estas demoras.
“La gente cree que nosotros podemos ser legisladores y extender automáticamente lo que hemos fallado” en algunos casos anteriores, pero lo cierto es que, en base al mecanismo judicial vigente, la Corte Suprema debe fallar caso por caso. “Sólo los legisladores podrían establecer una norma que equipare todos los casos”, concluyó.