Bajo la premisa de que el arte debe ser visto por la mayor cantidad de gente posible, surgen alternativas que lo acercan al gran público. Así, aparecen nuevos circuitos artísticos donde los artistas jóvenes encuentran un lugar en el que mostrar su trabajo, y donde las obras son más accesibles para quienes quieren iniciarse en el coleccionismo.
En ese abanico surgió Zoom Rental Gallery, galería virtual que ofrece alquilar obras de artistas contemporáneos. El proceso es simple: el artista pone obras a disposición que la galería se encarga de ofrecer.
Si se alquilan, se pagan en cuotas mensuales, que pueden transformarse en compra. Así, quien no cuente con medios económicos para invertir en el momento, puede acceder a un catálogo de pinturas, esculturas o fotografías, y poseerlas. Al menos por un tiempo.
El proyecto nació a partir de una necesidad tanto en la oferta como en la demanda, dice Alejandro Grinberg, su director. “Vimos que hay muchos artistas que tienen sus obras guardadas, y que mucha gente no tiene acceso al arte, entonces entendimos que había una doble necesidad: el artista para exponer y el usuario para poder acceder”, explica.
En ciudades de EE.UU. y Europa es un sistema que ya está consolidado. Se trata, sin embargo, de países donde existen programas que incentivan el consumo de arte. “Es una forma de acercarlo a la gente”, agrega Grinberg. Los precios oscilan según la necesidad de cada cliente, pero arrancan en $ 1.000.
Tal el caso de Lidia, que a sus 63 años encontró en el arte un refugio y se convenció de que lo mejor era apostar por originales. Alquiló y ya está pensando en el próximo paso: comprar. “La obra está en mi casa y me encariñé con ella, así que creo que una vez que termine de pagar la cuota me la quedaré”, cuenta. Otro cliente, Guillermo (47), alquiló para decorar sus nuevas oficinas. Para él, “es una manera de comprar arte en moneda argentina y con financiación”.
Algunas galerías más tradicionales también aplican este sistema de leasing, pero como un servicio extraordinario a clientes. “No se le puede alquilar a cualquiera, hay muchos peligros; que copien, roben, arruinen. Se cobra un seguro, pero lo que vale es la confianza”, opina Alicia Brandy, de la galería que lleva su nombre. Y si bien cree que la gente prefiere comprar, al menos diez personas –empresas, más que particulares– por año optan por este sistema.
Para la galerista Gachi Prieto, vicepresidenta de Gaalac y directora curatorial de Zoom Gallery, la posibilidad de alquilar las obras sirve mucho a los artistas ya que les ofrece una propuesta real, en la que sus obras no queden colgadas en hoteles o restaurantes donde ellos no perciben nada.
En la misma línea se manifiesta el artista Andrés Waissman, que apuesta por este proyecto, aunque reconoce que algunos artistas pueden tener reparos. Ante eso, dice: “El alquiler se tiene que poner en perspectiva: alquilar no significa menospreciar. Se les está dando a las obras visibilidad”.
Además, ayuda a que se genere un vínculo: “Hay gente que necesita aprender a convivir con un objeto. Y si se enamora, puede terminar comprándolo”, dice.