El sicario no sólo mata; también deja un mensaje que puede ser más importante que la misma muerte que ejecuta. El tiro de gracia, la amputación de un dedo o el ensañamiento con un cuerpo son señales claras del “no te metas” del narcotráfico.
En la localidad bonaerense de Virrey del Pino, una de las zonas más calientes del partido de La Matanza, la muerte vuela bajito. En poco más de dos meses se registraron ocho homicidios tan sanguinarios como mafiosos. Víctimas de entre 21 y 35 años acribillados de más de treinta disparos, atacados a machetazos y ajusticiados con tiros en la frente.
Semejante brutalidad no es habitual y, aunque todavía estamos lejos de la ferocidad que exhiben a diario los carteles de México y Colombia, la reiteración de episodios tan sangrientos en el Conurbano más profundo preocupa a las autoridades policiales y judiciales de la región.
Los investigadores no descartan que los últimos crímenes cometidos en Virrey del Pino tengan algo en común: la disputa territorial por el control del negocio de la droga.
El jueves 23 de noviembre Fernando Pelagio (26) y Eliodoro Fernández (35) fueron asesinados en un descampado cercano a un nuevo asentamiento, conocido como barrio 16 de Septiembre.
Este suburbio de casillas precarias y pasillos angostos, ubicado a pocas cuadras del barrio “Nicole”, otra zona históricamente olvidada de La Matanza (de hecho su nombre se lo debe a una frase cotidiana y cruda de sus propios habitantes: “Ni colectivo ni colegio”), empezó a crecer hace poco más de seis meses.
La mayoría de sus habitantes son de nacionalidad paraguaya. Como Pelagio y Fernández, dos de las últimas víctimas. Sin embargo, ellos no vivían allí: el primero estaba parando en la villa 31 bis y el otro en la zona de Laferrere.
Sus cadáveres fueron encontrados debajo de un árbol, en una zona descampada. En el lugar levantaron 27 vainas servidas (calibres 9 y .357) y tres cartuchos 12/70 que podrían ser de una escopeta o de un arma tumbera.
Los cuerpos presentaban múltiples heridas de bala, un tiro de escopeta en la frente cada uno, y heridas compatibles con un ataque con armas blancas.
Pelagio no tenía antecedentes delictivos en nuestro país pero, según reconoció su hermana, había estado preso en Paraguay por tráfico de marihuana. En el barrio donde fue asesinado no lo conocían.
¿Qué hacía allí? Una pista que siguen los detectives es que los atacaron porque intentaron vender droga de manera ambulante y con una mochila, en una esquina que habría sido asignada por narcos de otras zonas. Otra hipótesis es que buscaban quedarse con un terreno pero que fueron desplazados por los referentes del barrio. En este caso lo que no cierra es la brutalidad.
“Tenemos unos apodos de quienes habrían sido los que tuvieron problemas con estas personas, pero no hay testigos oculares”, asegura un jefe policial consultado por PERFIL.
Tres días después, y mientras los detectives buscaban pistas de los autores entre los vecinos, un joven fue asesinado de varios disparos en el barrio Nicole: Matías Pascual (32).
Por la espalda. La seguidilla de crímenes en Virrey del Pino se inició el 1º septiembre cuando Lucas Cevallos (21), Eduardo Amarilla (25) y Gustavo Díaz (25) aparecieron acribillados en un búnker de drogas de las calles Góngora y Fidias.
Los tres jóvenes fueron atacados por sicarios encapuchados que invocaron el apodo de una persona que las víctimas conocían. Lo que siguió fue una ejecución a tiros como las que ordenan los carteles mexicanos. Uno de los muertos presentaba siete disparos. Otro cinco, y todos ellos por la espalda.
Un mes después, el domingo 5 de noviembre, Emanuel Mieres (26) y Jorge Melgarejo (24) fueron asesinados a unas diez cuadras del triple crimen: sobre la calle Amadeo Vives al 700. Para los investigadores se trató de una nueva venganza narco.
Los agresores llegaron en una camioneta Volkswagen Amarok blanca. “¿Quién es el del tatuaje en el pecho?”, preguntó uno antes de disparar contra un grupo de jóvenes que tomaba cerveza. Mieres y Melgarejo fallecieron, pero los sicarios que vaciaron sus cargadores dejaron cabos sueltos. Los sobrevivientes: Javier Peloso (22) y Diego Mieres (18).
En estos crímenes la sospecha de los investigadores apunta a un hombre que aparece mencionado en varias causas y que tiene pedido de captura: Eduardo Romero, alias “El Misionero”. Dos de sus presuntos laderos (uno de apellido Gamarra y el otro identificado como “Chino” Montenegro) fueron detenidos en las últimas semanas, pero él consiguió escapar.