Timonel del grupo Ledesma desde 1970, Carlos Pedro Blaquier es uno de los hombres más ricos del país. En una de las pocas entrevistas que lleva concedidas, el empresario de 81 años protagoniza la nota de tapa de la nueva edición de Fortuna, diciendo entre otras cosas que seguirá hasta su muerte al frente de la firma que, a 100 años de su creación, sobrevive más que dignamente como una de las pocas grandes históricas en manos de capitales nacionales.
Un detalle que hace más meritoria esa supervivencia es el que aparece en el reportaje cuando, consultado sobre si Ledesma recibió subvenciones de algún gobierno, Blaquier dice simplemente "no". Ello explica asimismo -al menos en parte- por qué, aún manteniendo su esencia de azucarera, la empresa comenzó a desarrollar otras producciones como la de papel, carnes, granos, jarabe de fructosa, glucosa, almidones, gas y petróleo.
Tampoco duda el hombre cuando se le pregunta si se considera antiperonista, a lo que contesta: "No. Tuve relación con todos los presidentes constitucionales argentinos empezando por Perón". En su anterior respuesta, Blaquier ya se había precupado por aclarar que durante su presidencia "Ledesma mantuvo buenas relaciones con todos los gobiernos".
Esa es, acaso, una de las claves para explicar el éxito de la compañía que la nota ofrece, además de otras destacadas en recuadro aparte como una política agresiva de reinversión de utilidades, operar con un bajo nivel de endeudamiento, incorporar permanente tecnología y la propia permanencia prolongada de los presidentes en sus cargos a la que Blaquier hará referencia.
"Ledesma cumple con todas las condiciones técnicas para evitar contaminación. Por lo que sé, Botnia también", dice asimismo el poderoso businessman en una nota en la que, lejos de hablar sólo sobre negocios, se revela como un hombre cuyo pecado capital fue "la lujuria" y aborda temas como la filosofía, la vida y esa muerte a la que dice no tenerle miedo, pero sí querer demorar "lo más posible".