La cantidad de pacientes que realiza una consulta médica porque no puede silenciar algún “zumbido” que, en apariencia, no viene de ninguna parte y que suena de forma constante dentro de su cabeza, creció con la misma intensidad que en los últimos tiempos aumentó el parque automotor y los equipos de sonido para escuchar música se volvieron más sofisticados.
Son cada vez más las personas que padecen el mismo síntoma, consecuencia de la creciente contaminación ambiental en las grandes ciudades, pero la mayoría no lo sabe y no logra determinar el origen de ese “sonido fantasma” que escucha de forma leve cuando todo afuera está en silencio.
“ Mucha gente tiene acúfenos y no consulta por ello, porque parece que no molestaran y no es un síntoma que asusta”, asegura el otoneurólogo del Hospital Pirovano, Santos Tieso. “En general el zumbido es un síntoma que no suele despertar un temor importante en el paciente, por eso es que muchos lo dejan pasar”, agrega.
Según explica el doctor Darío Roitman, médico otorrinolaringólogo y fundador del Centro de Acúfenos de Buenos Aires, “los acúfenos son sonidos que se escuchan en la cabeza pero que no tienen una causa externa”. Alrededor del 20 por ciento de la población mundial padece de este síntoma. Si bien suela asociárselos con la juventud por el creciente uso de aparatos reproductores de sonido como el MP3 a muy alto volumen, existen otras causas que derivan en el mismo padecimiento.
“No es un síntoma exclusivo de la exposición al ruido”, asegura Roitman, y explica que los zumbidos pueden aparecer también por problemas en la mordida, bruxismo (hábito involuntario de apretar o rechinar los dientes) padecimientos en la columna cervical y enfermedades que requieren tratamientos con medicamentos que intoxican el oído. “Existen antibióticos muy potentes como la gentamicina, la gentamina y la estreptomicina que son tóxicos para el oído y que provocan acúfenos sin que la persona haya estado en ruido. Y si estuvo en ruido peor”, puntualiza el otorrinolaringólogo.
El especialista aclara, además, que convivir con un sonido constante en la cabeza no repercute exclusivamente en la capacidad de oír con claridad. El acúfeno interfiere más que nada en la concentración, “en lo que está hablando, en el trabajo, en la lectura, en seguir una conversación. Interfiere en la interpretación y en la memoria de lo que se está oyendo”, afirma.
Sonidos que lastiman. Las resonancias que dañan con más intensidad el sistema auditivo provocando como consecuencia la aparición de acúfenos son las de tono agudo y alta intensidad, por ejemplo, el disparo de arma de fuego, algunos instrumentos musicales como los violines o el ruido de un concierto de rock. Sin embargo, un sonido constante de entre 85 y 90 decibeles, con el tiempo, puede producir serios daños en el oído.
“Hay una ecuación de tiempo y exposición. Un ruido único de tipo explosivo puede dañar directo de entrada. Es mucho sonido, muy dañino, en poco tiempo. Pero los sonidos que están a 90 decibeles constantemente no son tan intensos pero son progresivos en el tiempo y van dañando el sistema auditivo gradualmente”, aclara Roitman.
Aunque pocos sean concientes del padecimiento de acúfenos, mientras no se busque una solución para la contaminación sonora que aqueja a las grandes ciudades del mundo, cada vez serán más los que deban aprender a convivir con ese eterno zumbido.
(*) redactora de Perfil.com