El comienzo del siglo XXI enfrenta a los hombres a un inesperado resurgimiento del fenómeno religioso, con una sorprendente variedad de especulaciones, cuestionamientos y debates existenciales. Todo – absolutamente todo – puede quedar bajo la mirada de la espiritualidad de los nuevos tiempos. No importa si es a favor o en contra. Lo único trascendente es la omnipresencia de lo místico.
Las interminables relecturas de la Biblia, los nuevos cultos, las guerras de religión y los recurrentes clones editoriales del Código da Vinci, son ejemplos recurrentes de estos tiempos que no corren. La ideología comete demasiados usos y abusos en las creencias populares.
En este marco, el periodista y escritor Jorge Landaburu propone una provocadora reflexión sobre las promocionadas profecías de Nostradamos, el popular Osho y el creciente fenómeno de la New Age. El origen de la “original” relación es un simple libro, anónimo, adquirido en un tren (sí, que el autor compró mientras viajaba). Sin dudas, otro buen ejemplo de las cotidianas formas de expresión de nuestro “espiritual” devenir.
“´El Libro sobre las profecías de Nostradamus´ patentiza uno de los procedimientos de retorno a lo religioso, el frecuentado por la cultura común, con una búsqueda de doctrinas y prácticas paralelas y el cultivo de la ´moda´ de las religiones orientales. En él se dan cita varias de las luminarias esotéricas que animan el imaginario popular”, plantea Landaburu en su último trabajo “La caída del cielo. El cristianismo posmoderno y las herejías de la New Age” (Debate).
Después de confesar su angustia “porque del libro emana un tufillo a seriedad científica”, el autor enumera las supuestas referencias proféticas a la actualidad. Aparentemente, Nostradamus habría anunciado la Revolución Francesa, los nacimientos de Napoleón (el primer Anticristo) y de Hitler (el segundo, que “ morirá en una jaula de fuego, mientras los niños alemanes que no observan ninguna ley lo mirarán con ojos de espanto”), y toda una serie de episodio más o menos contemporáneos, como el asesinato del presidente John F. Kennedy, los viajes al espacio, el atentado contra el Papa Juan Pablo II perpetrado por Mehmet Alí Agca, las horribles penurias de la familia real inglesa (incluyendo el accidente que le costó la vida a Lady Diana), la guerra de los Balcanes y la irrupción del Sida, según enumera.
“Para Nostradamus – ironiza - las andanzas de un príncipe inglés adúltero y su ex cónyuge, a su vez visitadora pertinaz de varios de los hechos más publicitados de Occidente, poseía tanta entidad histórica como un conflicto a escala planetaria”.
El libro también se refiere a la profecía sobre la caída de las Torres Gemelas en el año 2001 y aprovecha para introducir el inesperado giro espiritual: “En ese horror, y movidos por el miedo, muchos ven el comienzo del final. Nosotros, la mayoría, los que simplemente somos seres humanos buscando la paz y la armonía en un mundo de convulsiones, podemos torcer toda predicción”, afirma Osho, “el místico hindú más leído por modelos publicitarias y personalidades diversas de la farándula mediática”, según describe Landaburu.
Para Osho, serían ciertas todas las profecías de videntes antiguos como Nostradamus acerca de que el mundo acabará hacia comienzos del tercer milenio. Claro que en un sentido diferente al que hasta ahora se le había dado. “Enigmático, aunque tranquilizador, entonces Osho provoca un suspiro de alivio: se trataría del final del mundo a causa de un nacimiento, el de una nueva era, la New Age”, señala el autor de “La caída del cielo”.
Pero Osho va más allá y también desnuda una fuerte vocación política: “Lo que dice Fukuyama carece de fundamento. La historia avanza a oleadas: el mundo volverá a ver un resurgimiento de algo parecido al fascismo. Como el hombre no encuentra sentido a la vida, se convierte en víctima de una vida utópica futura, y al arrebatarle el futuro se lo vuelve un robot”, afirma Osho en "El Libro sobre las profecías de Nostradamus".
“El mundo se acaba, pero viene otro en su lugar, con seguridad bastante mejor, si bien previamente deba soportarse una restauración del fascismo. Una de cal y una de arena”, agrega Landaburu.