Que nadie espere una pelea terrible, golpes en la mesa, gritos. Tampoco descalificaciones, chicanas o alusiones a un pasado comprometedor, tan comunes en los debates actuales. El actor/político y el ensayista/funcionario se conocen hace muchísimos años. Se aprecian. Se sienten cómodos uno con el otro mientras dialogan, como muestran las fotos que ilustran este texto. Rápidamente encuentran puntos en común. Pero Héctor Bidonde y Horacio González no coinciden en todo, tienen una divergencia central que se condensa en una sola palabra portadora de un significado muy difícil de definir: kirchnerismo. Y lo que se pensaba como un debate sobre los intelectuales y su rol terminó siendo un debate sobre la impronta que hace ya ocho años un matrimonio llegado de Río Gallegos ha dejado sobre este país.
Para Bidonde, el kirchnerismo es una nueva encarnación del peronismo que apela demasiado a la lógica del “amigo-enemigo”, que como gobierno es responsable de que “haya por lo menos cinco mil luchadores sociales procesados”; tiene aliados muy cuestionables y no hace nada ante una corrupción rampante.
Para González, director de la Biblioteca Nacional, es una fuerza política renovadora, pero que funciona como “un agregado que se le ha hecho a la estructura social y política de la Argentina”. Una forma de hacer política que necesariamente se apoya en la realidad y sus imperfecciones. “Un suplemento, que llamamos kirchnerismo, que se le ha hecho con voluntad constructora y transformadora a la infraestructura de la clase política de la Argentina que conocemos”. ¿Es lo que hay? “No quería decirlo exactamente de esa manera, pero sí, esa es una frase muy profunda, la frase existencial por excelencia de los argentinos.”
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