La tendencia viene en aumento, y parece no tener freno ni marcha atrás. Cada vez más mujeres eligen las motos y scooters como medio de transporte en la Ciudad, un medio en el que años atrás el dominio era mayoritariamente masculino. Ahora, y de la mano de estos rodados de baja cilindrada, sobre todo, no resulta extraño ver chicas circular por las calles y avenidas porteñas para llegar a sus trabajos, ir a la facultad o simplemente pasear.
En este sentido, y de acuerdo con datos de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) para el período 2017-2018, el aumento de licencias otorgadas a mujeres fue del 47%. Pasó de 1.083.280 a 1.599.162.
La proyección también se percibe en la Ciudad. De acuerdo con información aportada por la Secretaría de Transporte porteña, de las 49.230 licencias emitidas para conducir motos el año pasado, 5.754 fueron entregadas a mujeres. Lo que representa un 11,7% de ese total.
Para tener una dimensión del incremento del uso de motos por parte de las mujeres, de los 38.997 registros para manejar motos entregados en 2014, apenas 3.356, el 8,6%, correspondía a licencias para chicas.
Entre las ventajas que tienen en cuenta las mujeres a la hora de elegir una moto, sobresalen los bajos costos de mantenimiento y de carga de combustible, y la facilidad de estacionar. La tendencia tampoco escapa a los fabricantes tradicionales de este tipo de rodados. Varios de sus diseños son orientados hacia las mujeres.
“Desde hace unos años notamos el auge de las chicas por circular en moto. Sobre todo de aquellas mujeres que apuntaban a tener su primera movilidad o, quizá, no podían comprarse su primer auto”, señaló Luly Dietrich, directora y fundadora de Mujeres al Volante (www.mujeresalvolante.com), la comunidad de mujeres en el mundo de la movilidad. “En general se nota muy prudentes a las motociclistas, siendo muy poco propensas a realizar maniobras temerarias. El modo de conducción de las argentinas es muy similar al de las europeas. No toman riesgos innecesarios”, señaló, por su parte, Fabián Pons, desde el Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam).
Magalí Mazzarelli es abogada, tiene 27 años y trabaja en los tribunales de Retiro. Fanática de las motos desde chica, utiliza su scooter para ir y volver desde su trabajo. “Vivo en Villa Crespo y tardaba casi una hora en llegar hasta Retiro. Tenía que tomar dos colectivos. La moto me dio una accesibilidad e independencia que es increíble. Con el scooter solo tardo 20 minutos en llegar a mi trabajo”, dijo a PERFIL la joven profesional.
Por su parte, María Victoria González explica: “Empecé a andar en moto por una necesidad de cortar tiempos y de no depender del transporte público. Vivo en Boedo, trabajo en el Centro y estudio Derecho en la UBA. Tengo un scooter sin cambios, que es más cómodo para transitar por las calles”. Respecto a los gastos, Victoria cuenta que “de nafta gasto unos 300 pesos y de seguro otros 750, que es completo”.
La vestimenta es uno de los problemas con los que deben lidiar las mujeres a la hora de andar en moto. La cuestión climática, sobre todo, muchas veces juega en contra de las chicas. “Es un tema que me molesta, porque casi nunca puedo usar pantalones cortos o polleras. En invierno sufrís temperaturas que llegan a menos de un grado y la lluvia es muy molesta. Y en el verano te derretís. El hecho de peinarme me olvidé hace años”, explica divertida Malena Martínez, trapecista y tatuadora.
María Constanza Fernández usa la moto desde hace tres meses para trasladarse por la Ciudad. Si bien la lluvia le da miedo, no duda en usarla cuando da clases de actuación en Villa Crespo, Belgrano, Saavedra o Chacarita, entre otros barrios. “Nunca sentí rechazo en la calle por ser mujer y manejar una moto. Al contrario. Al principio usé la P de Principiante y ahí sentí que me ayudaban, sobre todo otras motociclistas. Algunas de ellas, por ejemplo, me escoltaban para avanzar en una avenida. Noto mucha camaradería a la hora de andar por la calle”, concluyó la joven.
Más mujeres hacen repartos en bici a través de apps
“Me dedico a hacer repartos mediante la aplicación porque es el único trabajo que me permite organizar mis horarios y tener tiempo para poder ocuparme de mi hijo”. La que habla es María Belén Fierro (25), que desde hace un año lleva pedidos en su bicicleta para la app Rappi.
Al igual que ella, cada vez son más las mujeres que se incorporan cada mes a las empresas de servicios de mensajería online que ya se instalaron en la Ciudad, en las que llevan desde una cena hasta las compras del supermercado.
Desde Rappi indican que en su equipo de “rappitinderos”, como los llaman, 3 mil son mujeres, lo cual suma un 15% del total, y que la tendencia crece: según datos de la empresa, de origen colombiano, incorporan nuevas mujeres a sus filas cada mes. En febrero fueron 315. “Nuestros rappitinderos –varones y mujeres– son en su mayoría jóvenes que buscan trabajar en forma independiente y elegir los horarios en lo que lo hacen”, aseguran.
En Glovo, por su parte, dicen que “más del 22% de ‘glovers’ son mujeres, un total de 1.200”. Además, la compañía española asegura que por mes ingresan 180 nuevas repartidoras. La otra compañía que opera con esta modalidad es la uruguaya Pedidos Ya, que de los 1.800 “riders”, dos de cada diez son mujeres y “cada vez hay más chicas interesadas, sobre todo en el horario del mediodía y para trabajar en bicicleta, porque en moto se presentan más varones”, cuentan.
Las mujeres repartidoras aseguran que la libertad de organizar su trabajo y sus vidas cotidianas es una de las razones más poderosas para acercarse a esta tarea. Lo mismo sucede con las estudiantes, o quienes necesitan trabajar en horarios no convencionales. Para Angie León, una joven de 20 años que llegó hace un año de Colombia, “es un trabajo que me permite organizar mis tiempos y mis espacios”.