El trabajo, la rutina, las ambiciones y las exigencias de una sociedad que empuja a las personas a buscar cada vez más bienestar material. En este contexto vive el hombre del siglo XXI, inmerso en un sistema que muchas veces no incentiva de la misma manera el costado espiritual del ser humano. ¿Cómo hacer, entonces, para compatibilizar las demandas de un mundo con un consumismo fuertemente instalado con una vida más conectada a los sentimientos?
Daniel Rotsztain, fundador de Escuela del Alma y Autor del libro Y ahora... ¿qué?. Emprender el cambio para ser uno mismo, habló con Perfil.com y dio algunas claves para una vida más espiritual. En primer término, Rotsztain hace hincapié en que no se trata de dos mundos separados. “Este es el principal concepto. Creo que nosotros nos hemos acostumbrado en los últimos años a manejarnos solo con la razón. No es que este mal, al contrario, pero justamente la razón es solo una parte”, aclara.
La otra parte, la sensible, quedó históricamente relegada, y ya no se le presta tanta atención o se confía en su importancia. Sin embargo, para poder llevar adelante una vida plena, es fundamental trabajar en pos de un mundo como del otro. “La espiritualidad y la materialidad son parte de una misma realidad. No hay una espiritualidad sin materialidad y no hay una materialidad sin espiritualidad. Cuando una de estas dos cosas se desbalancea es cuando aparecen los desequilibrios”, analiza.
Al contrario de lo que se cree, el desequilibrio puede provocarse también por las posturas que solo contemplan y trabajan por el bienestar interno. “En mi punto de vista, una espiritualidad abstracta, una espiritualidad que no se es llevada a la práctica, a la vida cotidiana, no es una espiritualidad verdadera, sincera. Es egoísmo. Es sentirse bien uno solo y nada más”, expresa Rotsztain, dando lugar a un concepto más social y solidario de espiritualidad.
¿Cual es el objetivo de la espiritualidad? Si bien existen muchos pensamientos que remarcan los fines de un camino espiritual, Rotsztain ofrece una respuesta: “Hay un objetivo primordial y es ser uno mismo. De ahí parte todo. Yo creo fervientemente que todos estamos aquí por algo. Somos miles de millones de seres humanos semejantes pero con una función única cada uno. Yo lo digo en el libro, somos como vectores que unen la tierra con el cielo. Y cada uno de nosotros tiene un ángulo específico. Cuando nos desviamos de ese angulo, en el inicio, casi no se percibe, pero a la distancia, en el universo, el desvió es terrible”, asegura.
Trascendencia solidaria. Uno de los conceptos claves de la vida espiritual es la trascendencia, pero no la que un individuo busca para si mismo, explica Rotsztain, sino aquella que deja huellas en el mundo. “La trascendencia no es individual en el sentido de que uno trasciende solamente desde lo espiritual. La trascendencia es porque llevaste a la práctica y contribuiste a crear un mundo mejor, y un mundo mejor se construye con las acciones, no solamente con las intenciones. Entonces es ahí donde unir la espiritualidad con la materialidad es fundamental”, explica, y agrega a modo de ejemplo: “no trasciende quien tiene el edificio más lindo de la cuadra o el que hizo una fortuna, porque en definitiva cuando nos vamos, nos vamos como cuando vinimos”.
Dos mundos, un sólo camino. Poder cosechar una vida interna más profunda no implica dejar de lado los objetivos materiales. “Desarrollar nuestra espiritualidad -explica Rotsztain- no es perder posibilidades económicas, es tener más herramientas para lograr un éxito diferente, más ético y más fluido. Esto es lo que nos pasa a muchos y que a la corta o a la larga la mayoría de las personas se da cuenta, y es que no se puede ser exitoso en una sola área de tu vida”.