SOCIEDAD
lo comparten en familia

Crece el fútbol femenino y se acercan a jugar desde los 4 años

En el último año varias escuelas sumaron clases para las más chiquitas, fanáticas del deporte. La importancia de la visibilización de la Selección en el último Mundial.

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Las cracks. Todos los sábados, chicas de entre 4 y 6 años entrenan en la Academia Femenina de Fútbol (AFF) de Colegiales, donde les enseñan los valores del deporte y del trabajo en equipo. | Obregon

Del “Queremos ser escuchadas” en la Copa América del 2018, a la ovación en  Ezeiza por su actuación en el Mundial de Francia. Las jugadoras de la selección argentina llegaron al país y tuvieron el recibimiento que tanto esperaban y merecían. A poco de haberse logrado la profesionalización del fútbol femenino en el país, por la lucha de las jugadoras, su paso por Francia marca para muchas nenas, cada vez más chicas, la posibilidad de soñar con llegar a estar en ese lugar.

Porque si bien el fútbol femenino como actividad recreativa viene creciendo entre adolescentes y adultas, en los últimos años empezaron a surgir escuelitas de fútbol  para nenas cada vez más chiquitas, a partir de los 4 años, con buena convocatoria. Además, colegios, que siempre tuvieron fútbol como actividad deportiva solo para varones, empezaron a sumarlo también para las chicas.

En Colegiales, todos los sábados, unas veinte chicas de entre 4 y 6 años se acercan a entrenar y jugar en la Academia Femenina de Fútbol (AFF). Con camisetas de los clubes que siguen, o pecheras, arman equipos a los que les ponen nombres que ellas eligen: Las Cracks, Garra, Corazón. Belén Potassa, jugadora de la Selección, es madrina de la academia, donde hay entrenadoras y profesoras de educación física.

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“Vemos nenas con mucha habilidad. Acá intentamos que primero estén los valores, el trabajo en equipo. Que sea formativo y recreativo, y si después eligen seguir o no, es una decisión de ellas, pero ya tienen la base del deporte: lo motriz, aprender a coordinar el cuerpo, a correr, saltar”, cuenta Elena Di Blasio, creadora de la academia hace siete años; junto a Mariana Blanco, una de las primeras entrenadoras de futsal del país. Para ella, el momento que vive el fútbol femenino, y la visibilización que logró, es el comienzo de algo de lo que le da orgullo ser parte.

Las pioneras del fútbol femenino en la Argentina

“Creo que el cambio se viene dando hace dos o tres años, aunque ahora mucho más. Lo bueno de todo esto es que ahora las mamás se animan a traer a las nenas de 4 años en adelante. Yo tengo 43 años, y en mi época el prejuicio estaba, te daba vergüenza decir que jugabas o veías partidos. A mí me dejaban jugar en la plaza, pero no tenía oportunidad de hacerlo en otro lado, en el colegio nosotras jugábamos al handball y los varones al fútbol, ni siquiera era una opción. Hoy tenemos casi cien alumnas en la academia y alcancé mi sueño, lo que yo no pude ellas lo hacen”.

A Vera siempre le gustó el fútbol. En su familia son todos fanáticos de Ferro, y siempre fue a la cancha con su papá y su mamá. Cuando estaba en segundo grado, su colegio sumó fútbol como opción de deportes para las chicas y enseguida se anotó con varias de sus compañeras. A la par empezó a ir a una escuelita los fines de semana. Hoy, a sus 10 años, juega en Atlanta –que este año sumó a su tradicional torneo infantil la categoría para chicas–, y cuando sea grande quiere ser jugadora profesional.

“A ella siempre le gustó. Empezó a jugar en el colegio, con la escuelita los fines de semana, y después nos dijo que quería competir. Hoy es su actividad principal. También hace teatro, guitarra, pero lo que más le gusta es jugar al fútbol”, cuenta Pablo, su papá, que la acompaña a los entrenamientos y partidos. “Para nosotros es un supercanal de comunicación como padre e hija. Compartimos mucho, pero siempre me importó que fuera algo que ella eligiera porque le gusta, y no que yo se lo impusiera. Como deporte es lindo, sano, formador, de equipo. Me encanta como actividad para ella, como me encantaría cualquier otra actividad que ella elija hacer”.

Cuando la lleva a los torneos, se cruza con otros papás de nenas de la edad de su hija, incluso más chiquitas. “Creo que somos papás de chicas que en algún punto son pioneras, porque si bien crece, todavía es excepcional, y a ellas les pasa que se enfrentan a comentarios o chistes de ‘sos nena y te gusta el fútbol’.”

Y si bien los partidos del Mundial no pudieron seguirlos porque eran en horario escolar, sí fue tema de conversación con sus amigas. “Una compañerita le hablaba de la capitana de Estados Unidos y le decía que era su ídola.”

En las dos sedes de la Escuela de Fútbol y Deportes Marangoni, en Capital y en zona norte, este año sumaron la escuelita para nenas a partir de los 6 años. Desde los 4 ya tenían clases mixtas, pero les consultaban por clases para nenas, y ya suman unas 60 chicas, de entre 5 y 10 años. “Hace muchos años venimos insistiendo como institución en que el fútbol tiene valores más allá del juego y era una picardía que la mujer no lo practicase por un tema cultural como en otros países, donde el fútbol femenino es profesional hace años y no existe una mirada diferenciada sobre el deporte según el género”, opina Claudio Marangoni, ex jugador de fútbol, y dueño de la escuela. Ahora, dice, “esa barrera en el país se está cayendo. Es un deporte fabuloso para ver y compartir, y a nivel infantil ya es una realidad muy buena. Sin duda, dentro de tres o cuatro años va a explotar”, agrega.

Para él, además, en el caso del fútbol femenino, las primeras que empezaron fueron las adolescentes y adultas, lo que generó un efecto contagio en las más chiquitas. “Muchas ven a las más grandes jugar, incluso a muchas de sus hermanas mayores, y quieren sumarse.”

Ahí empezó a jugar Nina (5) el año pasado, en las clases mixtas, fanática de River, y del fútbol, donde a veces era la única nena. Este año empezó a hacer también con gimnasia, pero sigue jugando al fútbol con su hermanita, y va a la cancha con Ezequiel, su papá. “A ella le encanta. Como yo siempre fui mucho al club y la llevaba conmigo, la invitaron a jugar. Se animó, arrancó y le encantó. Al principio era la única nena, y nos decía que tenía ganas de que haya más.”