Cada domingo, a punto de dormir el sol, en plaza africana sus habitués expulsan la realidad y la cambian por la fabulación. Movidos por delirio, alegría o desespero, dejan sus casas y se enrraciman en el centro de Marraquesh a hipnotizarse entre sí. Fórmula simple: verbalizan lo más picudo que acaban de vivir. Abren el alma y hablan hasta por los codos. Vale todo género. Verso. Monólogo. Payada. Cuento. Discurso.Salvo hablar mal del rey, todo está permitido. Participan hasta los mudos: miman su historia.
Esta plaza mezcla diván, living, platea, café. Es un espacio Freud, pero "a lo bestia". Lo pícaro, lo atroz, lo natural, lo erótico, lo moral. Todo vale. Cada cual activa su ángel (también los musulmanes lo tienen) y acuden a desdoblarse. A huir de la bolsa del cuerpo. A darle en crudo al yo y a desempolvar sus peripecias. Lo hacen apelando a lo que sea: sierpes desactivadas, títeres, finados, gritos, flautines. Despliegan fantasía verbal, quejidos, mentira gruesa. Y culebrones de cama o de calle. De lo mejor/peor que les proveyó la semana (o Mahoma) en su bandeja de sucedidos. De una frustrada caravana a Kabul. Del cordero negro y la cordera blanca. De un colchón con mil monedas de oro. Del número de lotería que "le cantó" el eructo del camello. De la siempre imbancable cuarta esposa.
Durante horas, estos vocingleros fuman, escupen cáscaras y exorcizan los restos de la semana que se fue para siempre. Cuando el gran plato del sol cae de canto en la arena para derretirse, la múltiple mitología se desvanece y los palabristas marroquíes retornan al redil. Arriban al domus libres de queja, serenos y limpitos. Sin ocultar nada. Ni vergüenza ni especulación. Se han bañado en sí mismos. Y en conjunto. Y como entran al lunes con menos pecados que una lechuga el camino al Paraíso les está expedito otra vez.
Nosotros (topos vestidos de araña) usamos el domingo para ir de excursión a la fuente de Juvencia. Del cuerpo escapan grasas, palideces, cansancio. Boca que calla. Corazón que bate. Cerebro que pesa. Pocos eligen abrirse al nosotros a calzón quitado (¡no vaya a ser!). Los paraliza el soliloquio occidental del yo. A veces un espontáneo se entromete con afán de contar, de compartir, pero se retrae al segundo pues lo miran y fichan de reojo. Salvo excepciones, la ronda de aduaneros preferirá rebajarle toda sorpresa y pondrá en duda su intención. Para unos será un "chapita" o "un charlatan de feria" o....
(Y así, así, es como, no solo en domingo sino a lo largo de la pegajosa saga semanal, nos vamos perdiendo de a pedacitos la aventura de vivir en cuarta dimensión. Nos falta "el único ingrediente que debería preocuparnos" y que bien apuntó hace poco Rafael Spregelburd en la columnata de Perfil papel: "La imaginación extrema, elástica, gigante, que planee por encima de las aturdidas cabezas de programadores, funcionarios, jurados, indignados, mandamases" Y de nosotros todos, habría que agregar. Porque entramos los 40 millones en simultáneo a 2012 o más que indignación lo que aquí habrá será una escabechina. Nuestro esperpéntico 2011 rueda tramos finales hacia la boca del próximo túnel sin poder adivinar todavía si será rojo, amarillo o verde el banderín que ondee el 31 de diciembre a las 24. De ser Moreno el manipulador de las luces, no vendría mal ir preparando ya algunos equipos de rescatistas y movileros).
(*) Especial para Perfil.com