No tengo pañuelo verde. Hace semanas que intentamos coordinar para que unos compatriotas bien predispuestos que están por viajar hacia Londres nos traigan una partida desde Buenos Aires, pero todavía no lo hemos logrado. Cuando salí a la mañana, inquieta, conmovida, busqué un saco a rayas con suficiente verde como para sentirme parte.
La cita se armó ayer, una convocatoria espontánea que disparó Mili Carnevale por las redes -que en esta ciudad, donde las cosas se planifican con meses de antelación, estaba destinada al fracaso. Pero no: 50 dijeron que irían, llegaron unos 40. Con pancartas elaboradas, con cartulinas garabateadas con #ItIsTime (Ya es hora), con purpurina verde en las mejillas, con mate. Con pañuelos: algunas de las chicas se dedicaron a cortar amorosamente una tela verde y dibujar la cinta blanca y la consigna de la campaña en cada triángulo de bordes desflecados. “No puede ser que no pase, tiene que pasar. No puede ser”, me dijo repetidamente Natalia Pianzola, periodista, marplatense, compañera de muchas correrías por esta tierras. Hablamos de hacer historia, más allá del resultado: estábamos ahí para sumar nuestras energías al poderoso movimiento feminista que nos llena de orgullo, ¿para qué más? Tal vez, también para sentir que aquí podemos ser muchas, con pañuelos mal cortados y reuniones organizadas de apuro. Que cuando se gesta un día histórico del otro lado del Atlántico, estando juntas el país nos queda un poco más cerca.
Cantamos por el patriarcado que cae y el feminismo que sube en una calle del coqueto Mayfair, el barrio donde la embajada argentina tiene sus oficinas. Nos acompañaron unos pocos curiosos, una representante del movimiento SheDecides por el derecho de la mujer a decidir y un taxista que nos saludó por la ventanilla y nos dedicó un bocinazo, toda una rareza en esta ciudad de tránsito silencioso. También llegó (¿por casualidad?) una mujer que nos interpeló desde la vereda de enfrente con perfecto acento argentino, “¿no les da culpa ser responsables de un asesinato?” Tras un segundo de sorpresa y silencio, le respondió un coro de “yo decido”. Alguien le hizo señas de que cruzara: no cruzó. Levantó el pulgar y la vista al cielo y se fue caminando mientras sacudía de lado a lado la cabeza.
*Periodista argentina. Trabaja en la BBC de Londres.