La relación con su padre, su lucha contra el cáncer y los millones en litigio. La historia de la Cristina Onassis argentina.
El pasado 20 de septiembre, Sandra Macri cumplió 49. Néstor Daniel Leonardo (49), su esposo parapsicólogo, fue el encargado de organizar la fiesta en la quinta Los Abrojos, de San Miguel, donde vive Sandra con sus hijos Rodrigo (17) y Franco (13), y donde solía pasar los fines de semana todo el clan. Ella estaba radiante, con un vestido claro y zapatos de tacos a tono. Franco Macri (79), padre de Sandra y jefe de la famiglia, fue uno de los 80 invitados. Como tantas veces, llegó tarde y de mal humor.
Fiel a su estilo patriarcal, primero los saludó a Mauricio (50) y Mariano (42), los únicos hermanos de Sandra que habían ido a su cumpleaños. Cuando se acercó a su hija tenía un enorme ramo de rosas blancas en una mano y en la otra una foto del día en que ella se casó con su ex marido Hugo Valladares. Un regalo por de más extraño: “ Hija, ¿te das cuenta lo linda que estabas acá?”, le dijo antes de darle un beso. Sandra se quedó sin palabras.
La escena es una metáfora perfecta de la relación conflictiva que mantienen padre e hija, y del lugar que Sandra ocupa en el seno familiar. Ella es la heredera distinta e incomprendida del clan. Pero sobre todo, un ser que teniéndolo todo, viene corriendo sin éxito la zanahoria de la felicidad, como una Cristina Onassis argentina. La marginada de la familia que hasta a veces se arrepiente de llevar su apellido: “Por momentos –se sincera– no quiero ser una Macri”.
La nota completa, en la última edición de la Revista Noticias.