Cualquiera que haya caminado por Buenos Aires, seguro se cruzó con alguno de ellos. Venden pulseras, collares o anillos. Víctimas de persecuciones políticas, religiosas o de crisis sociales, encuentran en Argentina la posibilidad de obtener un refugio y escapar de la muerte.
Liniers, Once y Constitución son los barrios porteños en los que se instalan para vivir y trabajar. Sin embargo, están presentes a lo largo y ancho del país. Para la mayoría, la rutina es la misma: cada mañana, se levantan temprano y antes de salir de sus pensiones toman una valija repleta de alhajas y van a plazas y avenidas para trabajar como vendedores ambulantes.
Todos tienen la misma mercadería al mismo precio, lo que en algunos despierta sospechas. Pero sus maletines llenos de anillos dorados, relojes de imitación y lentes coloridos, encubren una triste realidad.
Nengumbi Celestín Sakuma es presidente del IARPIDI (Instituto Argentina para la Igualdad, Diversidad e Integración) y explica que todo es más improvisado de lo que parece. "Llegan totalmente solos y tratan
de encontrar gente de su comunidad. Muchos son profesionales, pero enseguida se dan cuenta que no van a conseguir un trabajo calificado, por lo que invierten en mercadería y salen a vender", detalla a Perfil.com.
Sakuma niega la existencias de irregularidades en el comercio "valijero". Cree que son mitos que con el tiempo se fueron creando carne en el imaginario popular. Y asegura: "No hay mafias".
A pesar de que nuestro país adhirió a la convención de Ginebra, asumiendo compromisos internacionales en materia de protección a refugiados, hay graves falencias en la inserción social de quienes escapan
de su país y recalan en Argentina.
Massar Ba, un refugiado senegalés, cuenta a Perfil.com que "lo primero que se necesita es un tratamiento psicológico y después una asistencia adecuada para insertarse a la sociedad". A pesar de los tratados, manifiesta que "en Argentina no se cumple con nada de eso, no hay ninguna ayuda estatal, absolutamente de nada”.
Una gambeta a la muerte. Nengumbi Celestín Sakuma nació en la República del Congo. Llegó a nuestro país en 1995, cuando le escapó a un gobierno que lo perseguía por manifestarse opositor. “Fueron a buscarme a mi casa, pero yo me enteré antes y salvé mi vida fugándome”, contó a este portal. Su casa terminó destrozada y él refugiado en Argentina.
Perseguido políticamente, el congoleño subraya que la democracia con la que se encontró aquí "lo impresionó". Pero aclara que sintió una gran dosis de discriminación racial. Habla cuatro idiomas y tiene dos títulos universitarios, pero conseguir un trabajo fue imposible, para él, por ser negro. Todo por su color de piel.
"Rendí exámenes de ingreso para trabajar como telemarketer. Obtuve un puntaje óptimo pero cuando fui a buscar el trabajo personalmente, no me lo quisieron dar", explicó. "Anécdotas como ésas, tengo miles”,
dice. Siendo Licenciado en Administración de Empresas, se negó a dedicarse a la venta ambulante. Entonces empezó a dar clases de inglés particular.
Ya es ciudadano argentino. Sin embargo, las trabas continúan. "En los hospitales y en la calle, la piel uno la lleva a todos lados y es la principal barrera que tenemos", asegura. El último caso fue en el hospital Penna, cuando fue a tratarse de insuficiencia respiratoria y la recepcionista tuvo actitudes ”racistas, xenofóbicas y discriminatorias, mintiendo sobre los turnos de guardia”. Elevó la denuncia a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.
“Todos los días se ven en televisión asesinatos. Sin embargo, en noviembre asesinaron a un senegalés en el puente La Noria y ningún medio lo informó", explica con dolor y remata diciendo que "eso también es discriminación".
Experto en el tema, explica que Argentina padece una gran ignorancia sobre África. “Acá solo se ve la pobreza extrema o las grandes selvas. No se muestran las ciudades". Por lo tanto, sostiene que "muchos
no pueden creer que yo sea graduado, ni que haya africanos universitarios en Argentina vendiendo bijouterie. Piensan que en África no hay escuelas".
(*) especial para Perfil.com.