En cautiverio, un oso polar suele vivir entre 30 y 35 años, mucho más que en su hábitat natural, donde apenas llega a los 25. En la osera del zoológico de Buenos Aires, Winner murió a los 16. Era joven y sano, aunque un poco nervioso, según lo describen sus cuidadores.
Murió en Nochebuena, luego del día más sofocante del año. A diferencia del de sus primos distribuidos en los principales zoológicos del mundo, su recinto no tenía aire acondicionado. Y la temperatura estaba muy lejos de la que disfrutan sus parientes en el Ártico.
Oficialmente, la causa de muerte de Winner fue una hipertermia. Un golpe de calor. Si influyó o no el ruido de los petardos navideños no está claro, aunque desde el Zoológico porteño lo descartan. Pero, ¿cómo se debe cuidar a un animal preparado para al frío polar para que pueda vivir en una jungla de cemento con temperaturas cada vez más altas?
Los tres ejemplares que tiene el zoológico de San Diego, en Estados Unidos, cuentan con un estanque de 490 mil litros a una temperatura constante de 12 grados. Su espacio tiene además un sistema de aire acondicionado portátil que apunta directamente a la zona en la que duermen.
En época de verano se cuida especialmente su alimentación. “Nuestro equipo de nutrición desarrolló una dieta de entre 5 y 10 por ciento de grasa para que nuestros osos polares reciban la que necesitan para mantenerse en buena salud pero que no acumulen como para un invierno frío”, indica JoAnne Simerson, especialista en comportamiento animal de esa institución, en su blog.
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