SOCIEDAD
Una explicacin de sus ltimos aos

El pedido desesperado de Bernardo Neustadt

De puño y letra del propio periodista, por qué se retiró de la escena pública después de décadas de protagonismo. Y su ruego, que era marca registrada.

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Aposté a no tener ideología, no me acosté con la izquierda, ni coqueteé con la derecha. Me sentí bien. Me sentí libre. Pude ser muchas cosas. Me criticaron. ¿Si me equivoqué a veces? Sí, muchas. ¿Si acerté? Muchas, también.

Me gustó competir con mis pares. Me agradó ser reconocido pese a los silbidos de los envidiosos.

Me exigí. Y exigí.

Trabaje hasta el asombro. Me transformé en un fenómeno clínico; los médicos preguntaban: "¿cómo puede dormir sólo cuatro horas?". Y jugar al tenis, ir a los espectáculos, hacer TV, radio, cable... escribir.

Lo hice con gracia. Con ganas. Con fervor. La gente me gritaba:"¡No afloje!". Me di cuenta de que en la Plaza de Mayo no cabe el pueblo. Pero sí una persona que lee un libro.

Pensé que ya era exagerada mi profesión. Que cada programa, cada acto, me daba angustia y satisfacción de diez minutos cuando terminaba. Que no podía gozar de un instante porque estaba imaginando el siguiente.

Se me nublaron los ojos. Pensé en cincuenta y cinco años haciendo lo mismo. Me asusté. Y un día bajé las cortinas, me encerré en casa y le pedí a mi mundo silencios sonoros. Me reencontré con el pasado, pera también con el futuro. Decidí que voy a seguir soñando el último de mis días. Decidí admitir los afectos y no rechazarlos a cambio de trabajo. Quise saber cómo es tomar un café solo, pensando. Salir a pasear por la vida. Mirar a un chico sin apuro. Quise descubrir si la gente me quiere de vedad y no por lo que soy. Entonces, desde los más profundo de mi alma, desde mi fibra más íntima surgió un ruego: ¡No me dejen solo!

Extraido de su biografía "No me dejen solo", editada por Planeta.