Desde hace un mes el Gobierno trata de imponer su verdad en el tema. Los ministros repiten que “no hay un rebrote antisemita”. Pero las críticas, mientras tanto, ganan espacio.
Primero, fueron las autoridades de la comunidad judía en la Argentina. Después, fueron las autoridades de la comunidad judía en Nueva York, que aprovecharon el viaje de Néstor y Cristina para llamarles la atención sobre el caso. El reclamo incluyó un documento que advirtió sobre un “peligroso renacer del antisemitismo” y pidió una acción contundente del Gobierno, firmado por más de 200 dirigentes políticos, sociales, y personalidades del mundo cultural.
El Presidente, sin embargo, no comparte la apreciación, cree que es una preocupación sin sentido; en todo caso, una operación de la oposición. “Los argentinos somos gente de paz, de amor, que amamos a todas las razas y las defendemos”, dijo en uno de sus intentos por bajar el tono del reclamo.
Lo cierto es que en tiempos de guerra se multiplican los discursos políticos que condenan la política y la acción del gobierno del Estado de Israel. Y que algunos sectores aprovechan esos momentos para hacer escuchar un mensaje racista y violento (pintadas, amenazas y carteles son parte del arsenal).
Como siempre pasa en estos casos, muchos creen reconocer el aroma inconfundible de los servicios de inteligencia.
