Militantes revolucionarios o simples turistas, los admiradores del Che, llegados a conmemorar los 40 años de su muerte en Bolivia, compartieron hoy una ferviente comunión, aunque no siempre tengan la misma visión del guerrillero argentino.
Un millar de visitantes, de América Latina y Europa, se congregaron en las primeras horas del alba en la pequeña aldea de La Higuera, en las llanuras del sudeste boliviano, donde Ernesto Che Guevara, capturado el 8 de octubre de 1967, fue ejecutado al día siguiente.
Algunas tiendas fueron instaladas aquí y allá, al abrigo de un busto del "guerrillero heroico" o bajo inmensos lienzos de su efigie. Una de ellas alberga a los médicos cubanos, enviados por el régimen castrista para atender gratuitamente a los bolivianos.
"Somos los hijos del Che. Está más vivo que nunca. Es un ejemplo para Cuba y el mundo entero", afirma Aníbal Bedento Triana, un hombre de 62 años, de blusa blanca y permanente sonrisa.
Sus compatriotas, ex guerrilleros, saludados con entusiasmo por la muchedumbre, destacan el alcance del mensaje político del Che, antes de encender una fogata cerca de la escuela donde fue ejecutado Ernesto Guevara.
Uno de los tres sobrevivientes de su aventura boliviana que lideró el Che, Leonardo Tamayo Núnez, alias Urbano, llama a combatir a los estadounidenses, que "se creen los dueños del mundo", mientras que Emilio Morales, uno de los compañeros de ruta del Che en la Sierra Maestra, destaca que " la lucha armada sigue siendo necesaria".
Más pacífica, Jade Garguilo, una francesa de 31 años con aspecto hippie, se mece al son de las guitarras y las quenas. " Es bello el mito del Che. Pero sería necesario que no se convierta en un circo o una moda", dice esta trabajadora temporal de Burdeos.
La lucha armada ya no está en las opciones de Marco Miguel González, un estudiante de política boliviano. Con boina con una estrella en su cabeza y barba descuidada, este indio quechua de 22 años, que vive en Cochabamba, cultiva la semejanza con su héroe.
" Se está acabando con las operaciones de guerrilla. La lucha sigue ahora a través de la urnas", estima el joven, al poner de ejemplo la elección del presidente Evo Morales, un admirador de Fidel Castro y el Che, y primer jefe de Estado indígena boliviano.
Para otros, la comunión pasa por el esfuerzo físico. Medio centenar de valientes soportaron el frío de la noche para marchar con antorchas desde la vecina aldea de Vallegrande, donde el cuerpo de Che fue expuesto hace 40 años, antes de ser enterrado en secreto.
"Estamos orgullosos de hacer la ruta del Che. Es mi compatriota, mi ídolo", dice Daniel Castillo, un campesino argentino de 33 años, de Tucumán.
" Es un ícono para la juventud", agrega Elidimar Machiques, una venezolana de 27 años, que apoya a su presidente "anti-imperialista" Hugo Chávez.
En Vallegrande, el fervor guavarista comenzó el viernes luego de la apertura de un "encuentro mundial", que congregó a militantes de izquierda y miembros de movimientos sociales.
Enamorada de Bolivia desde hace tres años, Nadine Crauzas, una suiza de 47 años, quien se ocupa en la región de una asociación de arte para niños, desea defender su idea del Che y se enfrenta al monopolio de los cubanos sobre la memoria del guerrillero.
La numerosa delegación cubana intentó prohibir la venta de obras de los niños en la plaza del mercado para impedir la "comercialización" del Che, aunque los beneficios sean transferidos a la asociación.
" Cuba me decepcionó, comprendo por qué el Che abandonó la isla. La gente se muere de hambre y no solamente a causa del embargo estadounidense", dice.