A pesar de la atomización y desigualdad que dejó la política educativa de los '90 en los niveles básico, secundario y terciario en el país, habría que rescatar a la hora de los balances los buenos resultados de la creación de nuevas casas de altos estudios públicas en esa época, principalmente en el conurbano bonaerense.
En el extenso cordón del Gran Buenos Aires, donde se asienta casi el tercio de la matrícula del país junto al distrito porteño, la creación de las nuevas casas de altos estudios estatales permitió profundizar el arraigo de muchos jóvenes en su barrios y localidades y además incentivar la continuidad de los estudios superiores.
Días pasados se disparó un debate en un encuentro entre el vicepresidente electo Julio Cobos, con algunos rectores del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y dirigentes estudiantiles de la Federación Universitaria Argentina (FUA), que expresaron su preocupación por la "multiplicación de la oferta de educación superior", en la actualidad con nuevos proyectos de casas de altos estudios.
Pero lo poco consistente a la hora de cuestionar las iniciativas fueron las comparaciones y alusiones del presidente de la FUA, Mariano Marquínez. Sostuvo que el fenómeno de instaurar nuevas Casas de altos estudios "fue puesto en marcha y parece continuar bajo la lógica menemista de desarticular, cooptar o vulnerar a las Universidades ya existentes, cómo quedó comprobado en la creación de las Universidades del conurbano o la puesta en marcha de la Universidad Nacional de Chilecito".
Sin entrar a debatir la necesidad de contar con la Universidad Nacional de Chilecito, cuando La Rioja posee su histórica casa de altos estudios pública, ni ahondar en las sospechas acerca de su escasa matrícula, comparar ese caso con el del gigantesco conurbano no es relevante.
Antes de los '90 existían en la provincia de Buenos Aires ocho universidades públicas: Luján, Mar del Plata, Tandil, Bahía Blanca, UBA, Lomas de Zamora, La Plata y Tecnológica (UTN). Hoy alcanzan a 13.
Teniendo en cuenta estas ciudades y distancias, no era muy accesible para un joven de algún alejado distrito pensar en alguna especialidad o vocación de educación superior que no estuviera a su alcance.
Los índices graves de deserción de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) no se debieron a las pruebas diagnósticas -que a pesar de su mediática difusión no son eliminatorias- sino a que muchos estudiantes del interior u otras provincias no pudieron costear sus estudios y pagar alquileres y comidas.
Y precisamente esa señal de alerta hizo que su rector Gustavo Azpiazu -hoy reelecto- impulsara la reapertura del comedor, volado literalmente en los '70 por fuerzas parapoliciales y nunca reconstruido, y que hoy cuenta con 4 sedes y ofrece a los estudiantes servicios de dos comidas y un postre por 1 peso.
El caso de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), enclavada en el partido más poblado y pobre del conurbano y creada en los '90, es para destacar. Utilizó una vieja fábrica automotriz donde erigió una imponente Casa, con amplias instalaciones y modernas aulas, una computadora por estudiante y una variada oferta académica con un curso de nivelación.
El rector de la UNLAM Daniel Martínez destacó que esa universidad pública "es la de mayor retención estudiantil" del país, con más del 85% de estudiantes que se reciben, cuando otras emblemáticas y centenarias casas no lograron revertir el lamentable índice de graduación del 19% de los ingresantes.
Además, en una suerte de fuerte vinculación con el medio, como sucede con otras casas de estudios del conurbano, la universidad matancera ofrece una variada biblioteca, un polideportivo con pileta climatizada y de competición, teatro y música gratis y abiertos a la comunidad.
Y se puede enumerar en el listado a las universidades nacionales de Lanús -que apunta a la oferta en música, arte y formadores de salud; la de General Sarmiento, en San Miguel -con su fuerte, la Maestría en Economía Social la primera de este tipo en el país- la de General San Martín, de donde son académicos Tristán Bauer, de la Escuela de Artes Audiovisuales o José Nun, que dirigió la Escuela de Pensamiento Político. No daría la impresión que en esas actividades académicas estuvieran presentes las influencias de los "punteros", que quisieron crearlas, como suelen afirmar algunos.
Más allá de la polémica que despiertan hoy los proyectos de las universidades de San Luis y de Avellaneda, que según dicen "no enriquecen la oferta académica existente" o en el caso de la puntana "sería la partición de una ya creada", convendría que las casas de altos estudios planificaran otras cuestiones.
Entre ellas, cómo revertir la baja preparación de los secundarios, los graves índices de deserción en los primeros años de las carreras y el bajísimo porcentaje de graduación.