Hay amores que dejan una marca indeleble, y no sólo en el recuerdo. En 2001 la actriz Angelina Jolie dibujó en su brazo un dragón con el nombre de un novio (Billy Bob Thornton) y luego lo camufló poniendo encima la ubicación geográfica -con latitud y longitud-, del lugar del nacimiento de los hijos que tuvo con Brad Pitt.
El bombón de Johnny Deep también sufrió amores “imborrables”. En su brazo derecho puso “Winona forever”, en honor a Winona Ryder, pero cuando la pasión pasó, se burló de la situación borrando dos letras. Así fue como apareció “Wino forever”, que en español significa “borrachín por siempre”. A todos les causó gracia... menos a Winona.
En la farándula local, ciertos lazos también dejaron rastro: Natalia Oreiro y el músico Ricardo Mollo , por ejemplo, se comprometieron simbólicamente con un tatoo en su dedo anular y Juana Viale se inscribió el nombre de sus hermanos. Juanita pasó por American Tattoo, el local porteño más top en materia de estampas sobre la piel. Tal como le explica a LUZ el encargado de ese comercio, Juan Facundo Etchegaray: “En los años '90 hubo una movida de chicas rebeldes y cool que querían tatuarse porque era novedad”. Pero lo novedoso se masificó, y ahora muchas de esas mujeres buscan dejar atrás sus marcas.
Para lograrlo, lo más indicado, menos cruento y con menores posibilidades de dejar consecuencias cutáneas es el láser. “Se trabaja fragmentando las partículas de tinta en otras mucho más pequeñas, que pueden ser eliminadas por el organismo”, explica Edgardo Chouela, dermatólogo y director de una clínica que lleva su nombre.