SOCIEDAD
historieta, anime y series

Fantasía criolla en la edición de la Comic Con argentina

El escritor Pablo Marchetti recorrió la convención que reúne lo mejor del género en el predio ferial El Dorrego. Crónica para entender este fenómeno.

Super producción. Muchos de los participantes de la feria, fanáticos del cosplay, llegan caracterizados con los atuendos de sus personajes favoritos.
| Aballay

En el puesto de la editorial de manga más importante de la Argentina están felices: las ventas son buenas y eso es lo importante, ante todo. Pero los vendedores también están felices por la temperatura: “Sí, hace mucho calor, pero en la feria que hubo en invierno teníamos que prender fuego para calentarnos las manos”. Claro, ellos están en remeras y bermudas y así el calor sofocante se sobrelleva. Pero las chicas y los chicos que optaron por el cosplay no la están pasando bien. Ni los fans del cómic.Ni los otakus.

Llego a este punto y no me queda otra que poner el modo traductor. Podría seguir haciéndome el banana con términos que dudo que la mayoría de los lectores (y las lectoras) de este diario conozcan. Básicamente porque yo mismo los aprendí paseando por la primera edición argentina de la Comic Con, la convención más importante de cultura pop, cómic, animé, series y varios etcéteras que bien podrían resumirse en la palabra “fantasía”. Manga es la historieta japonesa. Y los dibujos animados japoneses son animés. Cómic es la historieta occidental, pero básicamente la norteamericana de superhéroes. Cosplay es gente que se viste con los atuendos de personajes, tanto de cómics como de mangas o animés. Y otakus son los fans de la cultura pop japonesa.

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Los chicos y las chicas que hacen cosplay no la pasan bien porque los disfraces tienen mucha elaboración y, en muchos casos, mucho cuero, mucho látex. Y también un maquillaje que, con el calor y el sudor, se mantiene como puede. Pasa mucha gente caracterizada de lo que sea. Una madre con remera sexy de la Mujer Maravilla, calzas muy hot con onomatopeya a lo Roy Lichtenstein, y su hija de cinco años vestida de princesa. A su lado, un padre con máscara de Bein (una mordaza al estilo Hannibal Lecter) que va con su hijo de seis años con atuendo de Batman.

Hay un stand de 501st Legion Outpost donde hay un tipo disfrazado con un mameluco de lona, botas de cuero, arma grandísima y una máscara de látex. De solo recordarlo ahora, mientras escribo bajo el aire acondicionado, me pongo a sudar en su honor. Varios pibes hacen cola para sacarse fotos con ese santo sudado. En otro stand, otra cola: la de gente que quiere que le firme un libro o un póster el dibujante Ciruelo. Ciruelo es famosísimo en todo el mundo por sus dibujos y pinturas de dragones. Iba a decir “hiperrealistas” pero, ¿qué es el hiperrealismo cuando se trata de dragones?
En Comic Con hay fans de lo que sea: series, películas, dibujos animados. En los stands de la Comic Con hay de todo: muñecos, pins, máscaras, remeras, armas… sí, armas. Eso pienso yo, pero en el stand aclaran que no: “Son espadas, armas son las armas de fuego. Estas espadas se pueden usar para matar tanto como se puede usar también un cuchillo que comprás en un supermercado”.  “Son todas de personajes de cómic y animés, o de películas, como “El señor de los anillos”.
Animé o cómic: esa parece ser la grieta en la Comic Con. Y todos coinciden en que los fans del animé y el manga son más que quienes buscan superhéroes. Pero también admiten que son más porque son más chicos. El animé lo consumen pibes de hasta 20, como mucho. O sea, gente de menos poder adquisitivo. 

Lo demás es parte del folklore de la rivalidad. “La gente del animé es más abierta y lee cómics”, dice una mujer de la tienda Aldea Shinigami, dedicada a productos japoneses. “En cambio los del cómics sólo consumen eso, jamás van a leer un animé”. Y enseguida critica duramente a Ben 10 (“un producto de los yanquis queriéndose hacer los japoneses”) y pone en lo más alto a un artista descomunal, aún desde mi ignorancia absoluta en el tema: Hayao Miyazaki, el director de “Ponyo” y “El viaje de Chihiro”.
Entre los miles de productos que se venden en Comic Con hay uno que me llama poderosamente la atención: los libros. Libros y revistas. Un anacronismo absoluto en un mundo lleno de pibes, en una exposición donde también hay montones de computadoras con montones de chicas y chicos jugando. Libros de todo tipo: desde los mangas y los cómics, pasando por la historieta argentina de aventuras, los relatos gráficos de la Editorial Común (que dirige el dibujante Liniers, que estuvo firmando libros) o de Orsai, o los fanzines, que tienen su espacio gratuito en la feria.
Un mundo de libros: eso es también Comic Con. Y, como buen mundo de libros, sobre todas las cosas, es un mundo de fantasía, con una grieta de fantasía, con malos de fantasía y también con buenos que sólo podrían existir en esa fantasía. Una fantasía financiada por algunas de las grandes corporaciones del entretenimiento, sí. Pero también una fantasía donde los pequeños relatos tienen su espacio. Donde la pequeña y la mediana fantasía también son protagonistas.

Cuando la realidad se presenta tan descarnada, con grietas reales, con malos malísimos y sin tantos héroes, la fantasía que podemos conseguir no es más que un signo de salud. Efímero, sí. Pero necesario.

 

San Diego siempre estuvo cerca

La Comic Con es la convención de historietas más importante de Estados Unidos. Se realiza desde 1970 en  San Diego por iniciativa de un grupo de fans de los cómics. Con los años, fue sumando nuevos rubros como series y películas, todo vinculado con el cómic y la cultura pop. Este año llegó  a la Argentina la primera edición que termina hoy en el predio ferial municipal El Dorrego. Su llegada al país representa para el mundo del cómic algo así como la llegada del Festival Lollapalooza en el mundo del rock.
La versión local contó con visitas ilustres como la actriz Emily Kinney, conocida por su papel de Beth Greene en la serie “Walking Dead”. También hubo una videoconferencia de Juan José Campanella. En Estados Unidos, es auspiciada por los grandes estudios de cine, televisión, editoriales y empresas de videojuegos.