Fray Bentos - Una decena de finlandeses de inefables cabellos rubios recorren la calle céntrica de Fray Bentos, típicamente llamada 18 de Julio, pero no son suficientes como para sacar del letargo a esta pequeña ciudad uruguaya, nuevamente con sus negocios alicaídos desde que la gigantesca Botnia finalizara su construcción, en octubre pasado.
El lamento de los comerciantes es unánime: "Plata hicimos cuando la estaban construyendo", dice a DyN José, vendedor de mates y otros souvenirs para los turistas (que se hacen esperar ), ahora que se fue la gran mayoría de los más de 4.000 obreros que levantaron la planta y sólo quedan unos 300, pocos de ellos fraybentinos.
José tiene sobre su mostrador una foto aérea de la monumental planta, grande como las que se ven en otros lados del mundo, en un portarretratos, como un familiar querido. "Parece que la quiere mucho", le comenta la cronista. "Já, cómo no la voy a querer, si con ella hice plata", en cambio, ahora, agrega, el comercio volvió al mismo lugar de dónde había partido antes de que el coloso finlandés arribara a la costa oriental del río Uruguay.
"Movimiento comercial hubo cuando la estaban construyendo, ahora nada qué ver", insiste, y luego admite que "no conozco a nadie de Fray Bentos que trabaje allí", pero justifica esa situación al señalar que "necesitan gente preparada, que acá no hay".
En cambio Sonia, almacenera cansada de esperar clientes que llegan en cuentagotas, afirma conocer a algunos fraybentinos favorecidos con uno de esos empleos. Uno de los que tienen el privilegio de pertenecer es Marcos, técnico en computación que no llega a los 30 de edad, también contento con la empresa, ya que le dio trabajo como contratistas a él y sus dos compañeros de una firma con sede en Montevideo. "Pero yo soy de acá", aclara.
"¿Contaminación? No, qué va haber", asegura Sonia, "si ayer fui a Las Cañas (el balneario más importante de la zona) y me veía los pies de lo transparente que está el agua", agrega, sin importarle que los peligros que señalan en la otra orilla pueden ser "acumulativos", difícilmente perceptibles a 70 días de iniciada la producción.
Luego, se nota el rencor por los asambleístas de Gualeguaychú, "que no son todos", aclara la mujer. José, en cambio, es más reacio a abrirse respecto de los sentimientos para con los habitantes del otro lado del río, desde siempre unidos por el agua y ahora separados por Botnia y el puente cortado.
Sonia insiste en que "no perjudica para nada" el corte del puente General San Martín, porque sino "los turistas se iban para allá y los finlandeses se irían para allá también". Pero luego no puede menos que admitir que el movimiento de visitantes es poco, a excepción de los fines de semana. No sabe o no tiene ganas de decir si es más o es menos ese flujo de viajeros respecto de las épocas anteriores al arribo de Botnia y, por supuesto, al corte del puente. Ella desearía que ENCE hubiese permanecido en la zona, en vez de buscar otro puerto donde instalar su pastera, por cuestiones políticas que su par finlandesa siempre se negó a tener en cuenta. Los finlandeses reparten su ocio por los bares de la 18 de Julio. A alguna cara clara y redonda se la ve con minutos de diferencia tomando una cerveza Pilsen en una mesa de la vereda del bar El Progreso y luego otra 20 metros más allá, en el restaurante La Juventud.
Fray Bentos es un lugar apacible, demasiado. Algunos, casi todos chicos, disfrutan a media tarde de las playas cercanas al centro, mientras la Plaza Constitución, punto neurálgico de la ciudad está casi desierta. Por la noche, las calles se ven con mayor movimiento de motos y autos, muy pocos con patente argentina, y con algunos jóvenes paseando y ejerciendo una de las más típicas costumbres uruguayas: andar mate en mano y termo bajo el brazo.
Fuente: Mirna Leal (DYN)