El verano no siempre es sinónimo de vacaciones. Mientras algunos prefieren las playas para descansar, otros las eligen para trabajar y ganar plata. Son los buscavidas de la temporada, los que encuentran oficios alternativos a los del circuito turístico principal y pasan desapercibidos a pesar de ser imprescindibles.
Son las 11 de la mañana en Pinamar. El calor es agobiante. Pero mientras todos están disfrutando las bondades del mar, Carlos aprovecha para trabajar. Franela naranja en mano, este platense de 36 años cuida y lava autos estacionados sobre la transitada Avenida Bunge. Para él, el verano es un negocio que además de redituable, puede ser entretenido. "El horario lo manejo yo, así que cuando puedo me escapo un rato a la playa." Durante el invierno, Carlos trabaja arreglando máquinas en un gimnasio de La Plata. Pero cuando llega diciembre, larga todo, arma su valija y viaja hasta Pinamar para seguir trabajando. "A mí me conviene, porque hago unos mangos extra". Unos mangos significa que puede ganar entre enero y febrero cerca de $2500 limpios.
Viviana cuenta una historia parecida. Ella tiene 28 años y tres hijos. También es de La Plata, y como Carlos, viaja todos los años a la costa. Trabaja de lunes a lunes como empleada de limpieza en uno de los paradores más top de Pinamar. Su horario es de seis de la mañana a dos de la tarde y gana $1500 por mes. Junto con su marido –que viajó con ella y cuida autos en la puerta del Bingo- alquila una habitación por $200 mensuales. "A la noche vamos a pasear por el centro, comemos unos pochoclos, cenamos algo en la calle, un chori, un pancho o una pizza. De vez en cuando nos damos un gusto y comemos un plato de pastas." La pasan bien, dice, pero extrañan mucho a sus hijos que se quedaron con su abuela en La Plata: "el minuto de comunicación sale $1.15 así que los llamo una vez por semana, hablo un rato y gasto $10".
Vender humo. El "Chino" tiene 52 años, es pelado y luce un bronceado parejo que evidencia muchas horas de caminata bajo el sol. Vende sahumerios en las playas de Pinamar y Cariló desde hace 6 años y dice ser el único en esa "especialidad". Todos los días, a las diez de la mañana en punto, suena el despertador del Chino que retumba en la pequeña pieza con baño privado que alquiló para pasar la temporada de trabajo. "Me levanto, desayuno bien así me ahorro el almuerzo, y arranco la caminata atrás del viento hasta las ocho de la noche", dice y explica que su estrategia es simple pero efectiva: "prendo un sahumerio y el viento va llevando el aroma hacia delante, entonces, cuando yo llego, la gente ya sintió el olor y me está esperando." Según sus cálculos y vendiendo los 15 sahumerios a $10, junta $300 por día. Restando los gastos de alquiler, comida y permiso para vender en la arena –cuesta $1200 por los tres meses de verano–, el "Chino" especula volver a su casa en Buenos Aires con $4000 en el bolsillo.
(*) redactora de Perfil.com