SOCIEDAD

La cara desconocida de República Dominicana

Un refugio de paraísos naturales. Fotos.

Vista de la Playa Bonita en la península de Samaná, República Dominicana.
| Miguel Raquel / dpa

Grandes complejos hoteleros, fiesta desenfrenada, alcohol, bachata y playas paradisíacas de arena blanca y palmeras llenas de turistas: ésa es la imagen más extendida de la República Dominicana, debido sobre todo al crecimiento descontrolado del turismo barato del “todo incluido” en enclaves como Punta Cana o Playa Bávaro.

Pero muy cerca, también en la costa este del país, un poco más al norte, una lengua de tierra de poco más de 850 kilómetros cuadrados se interna en el Atlántico ofreciendo un refugio de paraísos naturales y una apuesta por un turismo menos masivo y más sostenible, respetuoso y más integrador con la vida y la cultura locales: la península de Samaná.

A alrededor de dos horas por carretera de la capital dominicana, Santo Domingo, en dirección noreste, se llega a su centro neurálgico, Santa Bárbara de Samaná, una pequeña ciudad donde comienza a sentirse la vitalidad y el trasiego de la población dominicana, y que en los últimos años se ha convertido en destino favorito de un tipo de turismo muy particular: los observadores de ballenas.