Cada vez más personas eligen las afueras de la ciudad para vivir o tomarse unos días de descanso. Countries, casas de campo y estancias son los lugares elegidos. También están los que siempre vivieron en medio de esas extensas pasturas. El aire fresco, los herbáceos aromas y la tranquilidad de la naturaleza son los mayores atractivos. Hoy, mucho de ese paraíso se transformó en pestilente y fue invadido por moscas y roedores, debido a que algunos establecimientos avícolas y corrales de engorde no cumplen con los requisitos necesarios para preservar el medio ambiente.
“En general, la actividad del hombre genera gran cantidad de residuos y esto conlleva algún tipo de impacto ambiental. Puede ser un matadero, un feed-lot o un establecimiento avícola. También es verdad que hay lugares específicos para hacer cosas específicas. El problema es cuando se mezclan un avícola con un country”, señala Diana Crespo, investigadora senior del Instituto de Microbiología y Zoología Avícola del INTA.
Feed-lots. Según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Nación, en varias localidades de la Provincia de Buenos Aires se repiten estos problemas de impacto ambiental de la actividad agropecuaria. Saladillo, Luján, San Andrés de Giles, Pilar, Exaltación de la Cruz y Pergamino son algunas de las zonas donde se han registrado problemas.
En Saladillo, por caso, hay cerca de 16 feed-lots (engorde de vacunos en corrales) y ninguna restricción para ser instalados. “Los feed-lots cambiaron la calidad de vida de los vecinos. Meten 500 vacunos en un corral y cada uno de éstos produce 40 kilos de escreta. Contaminan con un olor insoportable y atraen roedores y moscas. A la ropa hay que tenderla adentro por la cantidad de moscas. Además, como las napas se encuentran muy bajas, la materia fecal de los animales contamina el agua”, explica, verborrágico, Rodolfo Ugartemendía, integrante de la ONG Ecos de Saladillo.
Rodrigo Troncoso, gerente general de la Cámara Argentina de Engordadores de Vacunos, refuta estos dichos: “El piso es duro, tiene un nivel de compactación que no permite que se filtre ningún líquido en el corral, salvo el día que llueve. La orina queda retenida en la superficie de la tierra y no pasa a las napas. Si el engorde a corral se trabaja bien, no tiene ningún problema. El principal tema es el olor, pero olor va a haber siempre”.
La falta de una legislación que regule el engorde a corral no sólo acarrea problemas ambientales, sino también económicos para quienes viven cerca de los rumiantes. Ugartemendía dispara: “Las tierras pierden su valor. ¿Quién va a comprar cerca de un feed-lot? Hoy ya hay muchas zonas de quintas y chacras que tienen un bajo valor inmobiliario”.
Gallinero. Si bien especialistas y funcionarios coinciden en que los establecimientos avícolas no provocan el mismo grado de contaminación que los feed-lots, algunos vecinos de Luján opinan lo contrario. Hace nueve años, Raúl César decidió comenzar a realizar eventos en su estancia La Rosada, y hace tan sólo dos empezó a recibir turismo extranjero. Por ese entonces, ya tenía como vecinos a los criaderos de aves Paihle y D’Amico.
“Ellos estaban instalados desde hacía años pero con pocos pollos, después fueron creciendo. Pasaron de tener tres mil aves a doscientas mil. Sin embargo, no incorporaron nuevas tecnologías ni personal. No cambian las camas de pollo, las dejan secándose para volver a usarlas, y eso genera un olor insoportable y un mosquerío infernal”, señala indignado César.
Para Ernesto Paihle, dueño de uno de los criaderos cercanos a La Rosada, ninguna de estas denuncias tiene asidero: “Tengo la tecnología necesaria para criar pollos y la habilitación del Senasa. Ahora estoy haciendo los trámites de habilitación provincial y comunal”. Sus cuarenta años en la zona le hacen sentir que los olores que destilan los excrementos de sus aves son un derecho adquirido. Según el director de Medio Ambiente de Luján, Aníbal Sánchez Caro, esto está relacionado con que los establecimientos avícolas son preexistentes al emprendimiento gastronómico de César. Y especifica: “Cuando se dividen las áreas de un partido, se asigna un uso dominante a cada sector, y en la zona rural la actividad dominante es la agropecuaria”.
Trasladarse no está en los planes de César ni de Paihle. El diálogo parece difícil y los conflictos se acrecientan día a día. “Estoy rodeado y las ordenanzas no se cumplen. Si no se atienen a las disposiciones técnicas de calidad, tienen que reinstalar en otra parte, y si hacen las cosas bien, podemos convivir”, apunta César.
El Ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense es el encargado de controlar los feed-lots y los establecimientos avícolas. En el caso de los primeros, es el municipio el que autoriza su funcionamiento o no, mientras que para los segundos existe una resolución de la provincia de Buenos Aires donde figuran los requisitos para su instalación.
Efectos. Desde la Secretaría de Política Ambiental bonaerense afirman que los feed-lots afectan “las actividades y hasta la salud de los habitantes”. Crespo refuerza esta idea: “ Es una actividad contaminante. No se puede hacer en cualquier parte porque genera muchos roedores, moscas, contaminación de aguas subterráneas y gases del efecto invernadero”.
Síndrome renal y pulmonar por hantavirosis, fiebre hemorrágica argentina, leptospirosis, salmonelosis, triquinosis y coriomeningitis linfocitaria son algunas de las enfermedades que pueden provocar los roedores. Mientras que las moscas, que se alimentan de la materia orgánica en descomposición, “arrastran en sus patas o su cuerpo gérmenes que depositan en fomites y en el agua y la comida de consumo humano”, explica Alberto Tolcachier, médico especialista en temas de medio ambiente.
Los pollos también tienen lo suyo. “La inhalación de las proteínas aviarias del gallinero puede provocar enfermedad pulmonar por hipersensibilidad, como la aleveolitis alérgica extrínseca. La inhalación de polvo de excrementos contaminado con esporas de hongos anemófilos puede generar aspergilosis broncopulmonar alérgica u otras micosis pulmonares”, dice Tolcachier. Asimismo, las aves pueden ser reservorio de agentes infectantes que se transmiten al hombre de modo directo o indirecto.
La contaminación ambiental y los problemas de salud que produce el mal funcionamiento de algunos feed-lots y establecimientos avícolas es innegable. Pero también es cierto que la expansión de las ciudades a las zonas rurales ha provocado conflictos que hasta hace unos años eran inexistentes. En un tono ameno pero firme, Crespo concluye: “Producir hay que producir. Es necesario que exista un buen tratamiento de afluentes y un manejo de las plagas, y al mismo tiempo no debería permitirse que haya una casa al lado de uno de estos lugares de producción intensiva”.
En otros países se reguló la actividad. En el resto del mundo la producción intensiva empezó hace mucho tiempo. También los problemas. La contaminación del medio ambiente a raíz del proceso de engorde de vacunos en corrales era algo de todos los días. Por eso en Estados Unidos, Canadá y Australia decidieron poner pautas claras para la instalación de feed-lots. Se tomó en cuenta la escala productiva, la capacidad de carga, las características del lugar donde se iba a radicar el establecimiento, y el entorno ambiental y social.
Desde los años 80 la contaminación del agua por nitratos, causada por los métodos agrícolas de producción intensiva, es otra de las problemáticas que tienen que afrontar los países industrializados. Para frenar esto, se intentó limitar el esparcimiento de los abonos que contengan nitrógeno y fijar límites para el esparcimiento de efluentes de origen ganadero.
Europa tomó algunas medidas, como la zonificación y la aplicación de impuestos, para desalentar la concentración de la ganadería intensiva alrededor de las zonas urbanas. Entre tanto, en países asiáticos como Tailandia se redujo la cantidad de granjas avícolas en las cercanías de Bangkok a partir de la aplicación de impuestos elevados.
Para la oficina de Agricultura y Alimentación de la ONU, la eliminación de subsidios, el ajuste de impuestos y el otorgamiento de incentivos para invertir en tecnología son algunas de las herramientas que ayudan a disminuir el daño medioambiental.