A partir del próximo domingo, PERFIL sumará a la filósofa y académica Diana Maffía –que hoy es también la titular del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires– como defensora de género, un cargo inédito hasta ahora en otros medios gráficos del país.
Maffía tiene una mirada “optimista” sobre los cambios que atraviesa la sociedad argentina, el rol de los jóvenes y sobre cómo los medios adoptan, de a poco, un rol más activo en cubrir los temas de género y minorías. Y reflexiona también sobre el uso del lenguaje inclusivo, que aún genera resistencias incluso dentro de la academia, pero se incorporó con fuerza en el uso cotidiano de los más jóvenes.
“Primero, hay que pensar que el tema del lenguaje presenta un problema grande: oculta o no si se refiere a las mujeres; es un problema existencial, no gramatical, que en el lenguaje jurídico implica quedarse fuera o dentro de un montón de derechos. Una cosa es minimizar el problema, pero eso ya no se puede hacer. Los métodos para resolver cuestiones de androcentrismo en el lenguaje son incómodos para la lectura, y donde hay un tropiezo es donde se presta atención, a ver qué pasó acá –es parte de las políticas del lenguaje del feminismo–. A veces incomodan. La idea no es que esa sea la solución, sino que en esa incomodidad se pueda reflexionar”, comparte.
“Primero, hay que pensar que el tema del lenguaje presenta un problema grande: oculta o no si se refiere a las mujeres; es un problema existencial, no gramatical"
“Lo primero que tenenos que hacer es aceptar que hay un problema, porque si no es absolutamente banal cambiar el lenguaje. Ahora, si lo admitimos, eso no se puede negar. Las mujeres están lejos de sus derechos, entre otras cosas, por el lenguaje legal, que es opaco con respecto a su presencia. Ahora, ¿cómo lo resolvemos? Hablar con ‘e’ no es la solución, es un recurso sencillo porque es una sola regla y se ha masificado, sobre todo entre los adolescentes. Ahora, si se va a utilizar otro tipo de regla (x, @, *), eso supone otro tipo de inclusiones y exclusiones; las diversidades sexuales se han quejado de estar incluidas o no. Reescribir implica escribir con ciertos criterios, pero lo primero que hay que hacer es acordar que hay un problema. Es como una metáfora del país”, señala.
“La cuestión del lenguaje hay que pensarla, porque es compleja: hay que tener en cuenta la gramática, las reglas, cuáles y cómo cambiarlas. El vocabulario puede cambiarse rápidamente, cómo hacer una reescritura para evitar caer en un lenguaje sexista o binario cuando no corresponde. Hay que madurarlas, ponerles cierto nivel de reflexión y estudio: ya hay lingüistas trabajando en eso, y muy bien”.
Nuevas generaciones y binarismo. “Enseño en la universidad y tengo contacto con gente que no es adolescente, pero este año, durante el debate de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, me invitaron y fui a varias escuelas secundarias. Ese contacto con adolescentes de 14, 15 años –y su manifestación en la calle durante los debates– me permitió ver que tienen muy discutidas esas cuestiones entre ellos, y que no piensan de manera binaria. Ni en el lenguaje ni en el género ni en la multiplicidad de cuerpos que entran en una categoría varón-mujer”, señala. “Hay que preguntar, cuando se tienen dudas, sobre cómo denominar. Los adolescentes lo tienen discutido entre ellos, no siempre en la escuela, y eso hace que haya irregularidades y diferencias”, apunta.
El rol de los medios. Para la experta, los medios “están muy atentos, porque es un fenómeno social y genera conflictos; y porque quienes los componen ven canales de YouTube, escuchan letras de canciones, están receptivos a otros cambios sociales”. Maffía asegura que la mayor percepción se da en la cuestión del lenguaje, pero no aún en su incorporación sino como “un registro de que hay conflictos con esto; hay un uso –en docentes y alumnos– que parece divertido. Estas son las crisis que pueden ser virtuosas, que si salen bien generan cambios consensuados y que nos dejen en un mejor nivel como sociedad. Por el momento, los medios están como observadores y no aún como actores. A veces sí hay la preocupación de tener un uso más cuidadoso e integrador del lenguaje, y supongo que eso se debe a las participaciones de mujeres en las redacciones”, reflexiona.
Lo que viene. “La ola de conciencia sobre la importancia del género estalló después de la marcha NiUnaMenos de 2015. Pasamos de ser 20 o 30, a que las comunicadoras tomaran el horror de los femicidios en sus manos y, con mucha inteligencia y una buena frase, le dieran al tema otra dimensión. Luego se sumaron las jóvenes. Soy muy optimista respecto del futuro: el país está en ebullición”.
Un rol que surgió en la vorágine de un cierre
La idea surgió en el medio de la vorágine de un cierre, cuando entre un grupo de editores debatíamos acerca de la mirada machista que se escondía detrás de un título. Decidimos cambiarlo, pero fue una frase que alguien dijo en ese momento la que me hizo reflexionar: “Antes se podía poner ese título sin problemas”.
Y sí, las cosas cambian, están cambiando; y está bueno que los periodistas no seamos simples observadores y podamos hacer un uso más cuidadoso e integrador del lenguaje. Inspirados en la figura de Jessica Bennett, defensora de género del New York Times, y de la tarea que realiza Pilar Alvarez en el diario El País, decidimos crear un nuevo cargo, único y diferente a todos: el de la defensora de género.
La encargada de ocupar este lugar será la filósofa Diana Maffía. Su función será analizar lo que se publica en las ediciones de PERFIL en interacción con la redacción, con el fin de deconstruir cánones y micromachismos cotidianos que varones y mujeres tenemos incorporados y ejecutamos con naturalidad. También se dedicará a garantizar la diversidad en la cobertura de las noticias de este diario.
Es la primera vez que un medio argentino tiene esa figura, y sus columnas aparecerán a partir de la próxima semana todos los domingos, junto a la del Defensor de los Lectores, Julio Petrarca.
Con el mismo espíritu lanzamos hace un año la sección 50/50, a cargo de la subeditora Patricia Valli, que busca analizar la economía desde una mirada de género. Y a partir de este número, el suplemento Deportes incorpora una nueva sección fija dedicada al fútbol femenino, donde no sólo le dará espacio a sus protagonistas, sino también presentará notas dedicadas a las desigualdades y conflictos que deben afrontar las mujeres que buscan hacerse un lugar en este deporte.
*Paulina Maldonado