Catedrático, metódico; Víctor le da instrucciones a una clienta sobre el manejo de un paraguas: “Con el botón los abrís (clac) y con el mismo lo cerrás (clic). Es importante que lo abras apuntando contra el viento, si no embolsa la corriente y se rompe...jaja…”. La imagen no es hilarante, pero sí particular. Lo mismo pasa con la profesión de Víctor, un vendedor de paraguas.
La meteorología del trabajo: “Hay más trabajo cuando llueve que cuando no. Un día de lluvia todo el mundo se acuerda que acá se venden paraguas. El problema es que nosotros no vendemos esos que se compran en caso de emergencia. Los compradores saben que están haciendo una inversión”.
Víctor habla de su trabajo y tose con verdadera arritmia. Su apellido es Fernández y es paragüero. El oficio lo heredó de su padre, Elías, oriundo de Galicia, que lleva más de 50 años arreglando y vendiendo esos protectores que guarecen de las lluvias horizontales (no de las verticales).
Según Víctor, actualmente los paraguas se arreglan por una cuestión sentimental. “A veces no valen tanto la pena, pero la persona quiere tener ese paraguas bien porque es un regalo de la madre, la tía o porque (tos) lo compró en Kuala Lumpur”, describe, y reconoce que las mujeres son más apegadas a sus paraguas.
Viste modesto pero elegante; jeans oscuros, camisa rosa tramada y anteojos simil Frondizi para encarar el mostrador con aplomo de lunes a sábados.
La paragüería Víctor se enclava en la esquina de Colombres e Independecia. Desde 1979, la ochava permite el despliegue de una vidriera con adelantos en paraguas, sombrillas, bastones y abanicos. Puerta adentro está el color, está la variedad: los productos se acomodan, colgados y de pie, uno junto al otro, en estanterías para otorgar esa imagen de perchero abarrotado pero organizado.
Frente a tanto paraguas junto, Víctor propone que “la gente viene a este negocio porque está harta de comprar paraguas que no le den resultados. Vienen a comprarlos acá no porque seamos buenos, sino porque somos escasos”.
¿Un paraguas que no da resultados? El enemigo de paragüeros como Víctor es el paraguas importado "Made in China". En Argentina hubo un intento de fábrica integral de paraguas (Rolando), pero el costo era muy alto y los del rubro se avocaron a la importación de piezas y al armado.
La precaria industria nacional terminó de fundirse hace poco más de 30 años: “En el 78’, con Martínez de Hoz, arrancan los paraguas chinos. Se vendían a U$S 1,99 y la industria nacional no podía competir con eso”.
Víctor jura y perjura que los chinos han dominado el mercado, que todos los paraguas (incluidos los ingleses e italianos) a nivel mundial poseen insumos provenientes del gigante asiático. El enemigo está entre nosotros; la lucha de los paragüeros es contra esa pieza que se consigue en “en el supermercado o en la farmacia”. Quejas de un especimen en vías de extinción: “Hay una ley de medicamentos que prohíbe vender medicamentos en los kioscos, pero no hay una ley de paraguas que prohíba vender paraguas en las farmacias”.
Más allá de esta problemática, el negocio se mantiene. Orgulloso, trabaja con elementos provenientes del extranjero y le es esquivo a la incertidumbre de las importaciones: “Yo no importo, le compro a los importadores. Yo no estoy para hacerme problemas (tose). Si se dejan de importar paraguas, nos mojamos”. Y para tener cierta regularidad en el comercio ¿Es preferible que se rompan o que se pierdan los paraguas? “Es mejor que se rompan. Si se pierden (tos), siempre hay alguien que encuentra”.
Los días son normales; la rutina no le es esquiva a un local que responde a un rubro casi desaparecido. Con liviandad y cierto olvido, Víctor cuenta que Mónica Cahen D'Anvers, Jean Pierre Noher y Hugo Arana son algunos nombres resonantes que han comprado sus paraguas. El tono es claro: está satisfecho. Además está con tos, pero está cómodo y transmite esa sensación.
Víctor sabe que su trabajo se proyecta en el tiempo gracias a cierta homeostasis entre el local y el comportamiento del transeúnte a la hora de pisar la calle bajo la lluvia.
-¿Y con los supersticiosos cómo hacés?
-Hemos vendido paraguas sin abrirlos. Hay gente que sale a la calle a probar los paraguas…los abren y cierran en lugar abierto. Ese comportamiento cansa un poco, pero es necesario. La mala suerte, acá, es no abrirlos.
(*) Especial para Perfil.com