“Estoy muy mal. Necesito ayuda”. Un mensaje enviado por el chat de Facebook fue clave para ubicar y rescatar a una estudiante de 18 años que estaba secuestrada en una villa de Paraguay.
Maira Luque García (18) había sido llevada, bajo engaño, desde la ciudad de Santa Rosa hasta Asunción por Cristian Romero Gamarra (19), un albañil de origen guaraní que trabajaba en la construcción de un hospital de alta complejidad de la capital pampeana.
La víctima y el secuestrador se habían conocido por amigos en común. Al poco tiempo empezaron a salir. Y cuatro meses después se fueron a vivir juntos al departamento que él alquilaba en Santa Rosa.
La relación terminó a los siete meses, cuando él la llevó hasta la ciudad de Buenos Aires y le prohibió que regresara a su casa de La Pampa. Maira consiguió escapar. No sería la primera vez.
Romero Gamarra intentó recomponer la relación. Le pidió perdón y regresó a la capital pampeana. Para convencerla utilizó un ardid: le dijo que estaba siendo amenazado por un grupo de narcotraficantes y que amenazaban con hacerle daño a la familia de ella. Maira le creyó. Y para poner a salvo a su familia regresó con su pareja a Buenos Aires. “Mami, me voy pero quedate tranquila que voy a estar en comunicación porque me están amenazando”, le escribió a su mamá. A partir de ese momento perdió todo contacto con su familia.
Odisea. A mediados de agosto, Romero Gamarra se la llevó engañada a Paraguay. Le dijo que tenía posibilidades de jugar en un equipo de fútbol y hasta le prometió dejar de consumir drogas. Según el relato de la víctima, el acusado sería adicto al paco.
Llegaron hasta Clorinda, en la provincia de Formosa, en un colectivo que tomaron en la terminal de ómnibus de Liniers. Para esa fecha, Maira era menor de edad (cumplió 18 estando en Paraguay). No podía abandonar el país por su cuenta porque necesitaba una autorización de sus padres. Un taxi trucho los llevó hasta el paso fronterizo San Ignacio de Loyola, y los dejó del lado paraguayo. No hicieron los trámites migratorios.
Maira ingresó de manera ilegal a Paraguay. En Asunción, a unos 40 kilómetros de la frontera con Argentina, fue llevada hasta la villa La Emboscada, una zona impenetrable de la capital provincial y dominada por los narcos. Allí permaneció encerrada durante un mes y medio en una casa sin ventanas, luz, agua ni baño. Como le vendieron el celular, no pudo pedirle ayuda a su familia.
Según fuentes del caso, el acusado “negociaba” con una organización criminal local para, a cambio de dinero, entregarla a una red de trata de explotación sexual.
Durante esos días Maira fue torturada, golpeada, arrastrada de los pelos y hasta herida con un cuchillo. Hasta que logró convencer a una vecina de que le prestara el teléfono celular para contactarse con su mamá. Lo hizo por el canal de chat de Facebook. “Fueron cuatro mensajes seguidos y desesperados”, cuenta a PERFIL Graciela García (34), la madre de Maira.
La mujer corrió a una comisaría a pedir ayuda. En la Unidad Funcional de Género de Santa Rosa rastrearon el celular y lograron determinar que el mensaje había sido enviado desde Asunción. En la búsqueda y el rescate intervinieron varias fuerzas de seguridad: la Policía de La Pampa y de Paraguay, y el Departamento de la Triple Frontera de la Policía Federal.
A través de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal de la Secretaría de Seguridad, se coordinó el ingreso de una comitiva a Paraguay con los funcionarios de Asunción, el comisario inspector Fabián Zabala y el jefe del departamento de la Triple Frontera.
Tres días después de haber enviado el mensaje de ayuda, Maira fue rescatada sana y salva. En un avión especial fue llevada hasta su ciudad natal, donde se reencontró con su familia.
En la madrugada del rescate el secuestrador consiguió escapar. Recién esta semana pudo ser detenido, con un arsenal: tres ametralladoras, una pistola y cuatro chalecos antibala, entre otras cosas.