SOCIEDAD
Diario LIBRE

La tragedia del tomate

La ciencia lo hizo más lindo y resistente, pero caro y sin sabor. El movimiento platense de salvación y el rol de Guillermo Moreno.

Científicos buscan mejorar su sabor, nutrición y duración en las góndolas.
| Cedoc

No tiene gusto a nada. El kilo cuesta diez pesos, y para lo único que sirve es para arruinarte la ensalada. La vida, te diría. Demasiado duro, sin olor, sin sabor. Sin gracia. Caro. Y no vale que me digas que el de la huerta orgánica de tu vecino es riquísimo o que el del mercado de Lacroze vale la pena.

Yo me bajo del subte a las nueve de la noche, y las tres verdulerías que me separan de mi casa solo venden tomates insípidos.

Estafa.
Es tanta la costumbre, tanto tomate al paladar durante tantos años, que es difícil esquivarlos. Aunque vaya prevenida –cansada, asqueada–, vuelvo a caer en la tentación. Me gana el verdulero, ensalada mixta tras ensalada mixta.

A mi favor, tengo que decir que no es solo por estupidez. Los tomates se ven bien. Como las bananas de color amarillo flúo, los morrones marcianos y las peras perfectas, ellos también mejoraron su apariencia con la ayuda de la ciencia. Ahora nacen de una semilla híbrida que rinde veinte kilos contra los seis que rinde la planta del tomate platense, que es una variedad rica, deforme, blanda y, por eso mismo, en vías de extinción.

El que comemos todos los días es el tomate comercial que viene de Salta y de Corrientes. Además de lindo, es resistente a las plagas y al paso del tiempo: dura una semana en la heladera antes de que tengamos que tirarlo o usarlo para hacer una salsa. La desgracia es que adentro está vacío, sin alma. Y sin vida. Algunos me van a decir que los cherry les ganaron la pulseada a los redondos, y que los perita todavía "zafan". Pero esa es otra farsa. Los tomatitos tienen gusto, es verdad, pero salen una fortuna y no sirven para rellenarlos con ensalada rusa.

Moreno. La altura del año tampoco es un argumento válido para explicar lo que pasa. La tragedia del tomate es un mal de época mucho más profundo. El frío o el calor solo le sirven de excusa a Guillermo Moreno, que hace dos meses se plantó en el Mercado Central y prohibió la venta de tomates por una semana. El secretario de Comercio quería evitar la especulación que origina la suba estacional del producto. Pero nunca pensó en devolverles el sabor perdido.

(*) redactora del diario Libre