El tradicional café porteño con su desayuno de cortado y dos medialunas perdió el monopolio. En cada barrio ya hay algún lugar donde, si uno pide una lágrima en jarrito, se enfrentará con el desconcierto. Mejor un latte con muffin o un bagel de salmón con limonada.
Esa es parte de la oferta de los “delis”. Se supone entonces que los delis (delicadezas) presentan una gastronomía de buena calidad. Con una carta que ofrece variedad de sándwiches, ensaladas y pastelería casera, se trata de lugares que atienden en horarios diurnos. Los hay vintage, rústicos con madera y banderines de colores, y también aquellos más románticos, con detalles de café parisino y vajilla de casa de té de abuela. ¿Una moda pasajera o una oferta que perdurará? “Como toda moda, siempre están los que sólo toman los titulares y con eso creen cumplir. Para detectar las diferencias, hay que tener en cuenta que una de las características esenciales de los delis es que en su propuesta aparecen productos especiales que en los otros negocios no se encuentran”, aconseja Rodrigo Gándara, productor de arándanos y fundador, junto a Javier Torres, de B-Blue Deli&Natural Bar.
“La gastronomía americana evolucionó, incorporó sabores de las distintas culturas, y eso la hace versátil y atractiva. Los delis tomaron sabores tradicionales, aun de comida callejera, los reinventaron, los hicieron más saludables y con más conciencia. Es parte de un cambio en la cultura alimentaria de los americanos, pero que por ahora sólo se está dando con fuerza en las ciudades más cosmopolitas”, explica Mariano Cabaco, dueño y chef patissier de Baking. Junto con la aparición de estos lugares se ha extendido el hábito anglosajón del brunch, combinación de breakfast y lunch. Es decir, una opción entre el desayuno y el almuerzo que se sirve entre las 10 y las 15 los fines de semana. En nuestro país, comenzó a ofrecerse en hoteles y hoy en día es la opción gourmet más popular en cafeterías y delis. Esta costumbre suele incluir huevos revueltos, café, panes caseros, mermeladas, waffles, budines, bagels, yogur con granola, panqueques, licuados, french toasts e incluso una copa de champagne. “No es moda, es una necesidad”, opina la chef Rocío García Orza, del pionero Oui Oui.