SOCIEDAD
Del Gauchito Gil a Vairoletto y Gilda

La venganza de los santos populares argentinos

Todas las clases sociales les rinden culto. Su crecimiento ante el neoliberalismo y las políticas de exclusión. El pensamiento mítico religioso y su coexistencia con el desarrollo científico técnico.

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| Cedoc

La Difunta Correa, “Almita” Sivila, El Gauchito Gil, El Maruchito, La Telesita, El cura Brochero, Santos Guayama, Ceferino Namuncurá, Pancho Sierra, la Madre María, Vairoletto, Gilda y una interminable lista de etcéteras conforman el denominado santoral profano argentino, es decir los santos populares que hasta la propia Iglesia Católica comienza a observar con cierto nivel de tolerancia y, por qué no, simpatía.

Se trata de una tradicional forma de culto que, con el paso de los años, ha llegado a todas las clases sociales y niveles de instrucción de la sociedad. Ya no es una exclusividad de los sectores más postergados y marginados. Todos llevan sus estampitas y les prenden velas, desde el obrero hasta el profesional más exitoso. “El pensamiento mítico religioso, recordemos, no es anulado por el desarrollo científico técnico, coexiste con él”, explica la escritora María Rosa Lojo en su último trabajo “Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos” (Sudamericana).

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Lojo sostiene que este fortalecimiento de los cultos populares se acentuó a partir del proyecto neoliberal, “con su secuela de marginalización, exclusión y desempleo”. Fue una rápida respuesta social que “remitía a la historia de las guerras civiles, al sustrato cultural aborigen y criollo, a la rebeldía y las reivindicaciones de los bandidos rurales y al aura de belleza y carisma de las expresiones artísticas que reúnen multitudes y provocan vastos fenómenos de identificación”, señala.

Por supuesto, estos santos populares no nacieron amparados por la iglesia oficial, aunque en los últimos años se ha observado un sorprendente cambio de actitud. “Antes, la iglesia católica no convalidaba a estas figuras y era muy exigente con sus procesos de canonización. Hoy día existe una relativa tolerancia y algunos miembros del clero la miran con abierta simpatía”, afirma Lojo.

“En el debate intelectual – agrega -  suele considerarse alienante en tanto intenta compensar, a su modo, carencias y desprotección, sin romper con las relaciones de dominio que originan dicha pobreza. Los que defienden los cultos populares rescatan su autonomía creativa frente al control de la Iglesia, su condición de patrimonio cultural autóctono, de resistencia y práctica activa contra la opresión y la marginalidad”

Al margen. Muchos de los personajes que hoy son venerados como santos populares no han llevado una vida ejemplar e, incluso, vivieron al margen de la ley. “Lo mismo sigue ocurriendo en la canonización popular de figuras como el cantante cuartetero Rodrigo, cuya biografía pública ´revela a un hombre del margen´, mujeriego, del mundo de la noche, involucrado con la droga y la bebida, hasta los nuevos bandidos como Gardelito, jefe de la banda de carteristas Los Gardelitos, venerado por muchos visitantes en el cementerio de Tucumán”, señala la autora de “Cuerpos resplandecientes”.

Un rasgo en común de todos ellos es el sufrimiento, ya que la muerte trágica o prematura atraviesa la mayoría de sus historias. “La idea de que el dolor y los obstáculos operan como medio imprescindible de perfeccionamiento y purificación es por cierto un concepto clave del cristianismo y, en particular, del catolicismo. Pero también, desde los más antiguos mitos, constituye una condición inexcusable en el periplo tradicional del héroe, quien sólo a través de ese arduo proceso podrá llegar a su plenitud y cumplir con su destino”, apunta Lojo.

Otro rasgo distintivo del culto popular es que uno de sus principales objetos son los cuerpos, lo que explica que los lugares de peregrinación y homenaje se identifiquen, por lo general, con los lugares de inhumación. El cadáver se vuelve depositario del poder mediador del santo. Todos quieren tocarlo, acariciar su imagen y esperar una respuesta a sus plegarias.

Bandidos rurales santificados (como el gaucho Cubillos, el gaucho Gil, el gaucho Lega, Vairoletto), montoneros (como los cuyanos Martina Chapanay y Santos Guayama), maestros espirituales y sanadores (como Pancho Sierra y la Madre María), y carismáticas estrellas de la canción popular (como Carlos Gardel, Rodrigo y  Gilda) tienen hoy su reconocimiento en los medios masivos de comunicación, compartiendo espacios con peregrinaciones “oficiales” a la Virgen de Luján o a la que Desata los Nudos.

La fe no sólo mueve montañas, también obliga a reconocer que todo cambia.