Tras diez intentos de denunciar a su ex pareja por violencia de género, Analía Maldonado decidió subir a Facebook un video y fotos de su rostro desfigurado por los golpes. Lo hizo para contar su historia y obtener protección ante la falta de respuesta en todas las comisarías y fiscalías a las que había recurrido. Sólo después de que su caso se propagara por las redes sociales, la Justicia dio la orden y su agresor fue detenido en menos de 24 horas. Sucedió hace dos años, y este ejemplo mostró que las redes lograban un efecto más rápido que las instituciones e hizo que la modalidad se propagara cada vez más.
Aixa Rizzo subió un video a YouTube para narrar el acoso sexual del que había sido víctima en la calle. En menos de una semana, tenía más de 400 mil visitas. Según cuenta a PERFIL, hasta ese momento nadie en la comisaría a la que recurrió había querido aceptarle la denuncia, y en la fiscalía tampoco le brindaron la atención necesaria. “El argumento era que por un piropo no podían hacer nada. Recién después de que el video se hizo viral, me llamaron, me dieron un número de causa y me prometieron que irían a fondo”, explica.
Tras la difusión, Rizzo recibió en su cuenta de Facebook cerca de 15 mil mensajes de mujeres con historias de agresión, que no se animan a denunciar y le agradecen dar la cara en internet. Es que hoy, las redes sociales funcionan como un medio de denuncia allí donde la Justicia tarda en reaccionar. “La respuesta que da el sistema policial es insuficiente. Como hoy se puede comunicar masivamente desde un celular, las mujeres van ahí a pedir ayuda y a hacer público su caso. Así obtienen una respuesta más efectiva”, indica Fernando Soto, abogado especialista en casos penales y de violencia de género. “Lo hacen por desesperación y no por venganza. Una vez que el asunto toma conocimiento público y llega a los medios, la Justicia actúa más rápido”, señala el letrado, que representó a Maldonado durante su causa.
Algo similar ocurrió con Zulma Abdala, quien luego de treinta denuncias grabó un video narrando los golpes y amenazas de su ex novio. Así, dejó en evidencia otra arista del conflicto: para las mujeres que hablan, no existe contención adecuada y muchas deben volver a las casas donde conviven con el agresor. “Las redes son hoy una herramienta más, pero es triste porque demuestran que algo no está funcionando. Por eso hablamos de violencia institucional”, afirma Paula Rey, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género.