Las luces se desvanecen y el bullicio de fondo se silencia al instante en el que las cuatro escritoras –Gloria Casañas, Viviana Rivero, Gabriela Margall y Ana María Cabrera– suben al escenario del Centro Cultural Recoleta.
Las mujeres que componen el público las identifican de memoria. No son cualquier lector: conocen exactamente su trayectoria, los títulos que publicaron, cómo llegaron a la literatura, qué hacían antes de volcarse a las letras y hasta el nombre de sus hijos.
Así –como una fiesta de reencuentro entre autoras y lectoras– se celebró el Festival de Novela Romántica que culmina hoy en la Ciudad.
“Es un género que venía relegado, se lo catalogó como un género menor, pero a la hora de los números es uno de los que más facturan. Las lectoras son muy compulsivas: leen cinco o seis títulos por mes. En nuestro plan editorial tenemos lanzamientos mensuales de una autora nacional y dos internacionales”, dice María Estomba, de Ediciones B. El lector argentino promedio lee menos en un año.
“Solía leer poesía, hasta que de casualidad, en una librería, me compré Indias blancas, de Florencia Bonelli, y me enamoré del género”, cuenta Dolores Huidobro, fonoaudióloga, 44 años, de Bariloche, que viajó a Buenos Aires por el cumpleaños de su hijo, pero prefirió, en medio de los festejos, ir a escuchar en vivo a sus escritoras de cabecera. “Me atrapó la historia y que los personajes sean de verdad. Tuve que escribirle un mail a Florencia para reconocerle lo que hacía, además de agradecerle en nombre de mi marido, que estaba chocho de verme tan estimulada con el erotismo de sus novelas.” Desde ese intercambio de correo electrónico, lectora y autora enlazaron una amistad virtual que se mantiene. “Cuando la vea me desmayo”, se emociona Dolores.
La novela romántica tiene dos condiciones: contar una historia de amor y tener un final feliz. Muchas de las escritoras argentinas actuales también mezclan el romance con la historia nacional. Pero además, el caso de Dolores no es excepción: que lectoras y autoras crucen las barreras de las páginas impresas y se relacionen “en la vida real” se va instituyendo, con el furor del género en los últimos años, como otra norma del boom rosa. Así lo explica a PERFIL Gabriela Margall –autora de La hija del tirano, La princesa de las Pampas y otros siete libros–, que desde hace cinco años administra un blog para comunicarse con sus lectoras: “Es una plataforma muy sencilla, económica y que puedo manejar a mi gusto. Necesitaba un lugar en internet porque mucha gente, una vez que lee un libro, busca más del autor en la red, y el blog me da ese lugar tan cómodo. Me gusta poder compartir desde ahí reflexiones, fotos, comentarios de libros, eventos, paseos, todo lo que me parece que puede interesar a quienes leen mis novelas”.
Las lectoras también idearon sus propios sitios donde hacer causa común con su fanatismo. Las “bonellistas”, por ejemplo, conforman un grupo de Facebook. Su administradora, Carlota Lozano, empleada en una automotriz, 39 años, la conoció hace siete en una de sus presentaciones y decidió hacerle un homenaje. “Mi primera novela romántica fue Jane Eyre, pero desde que conocí a Florencia mi fanatismo se acrecentó”, dice. A partir de la página, hizo nuevas amigas de todo el país que se juntan en cenas, meriendas y otros encuentros en los que rinden loas a la autora y hasta acaba de lanzar un concurso, “Cuánto conocés a Flor”.
“Un público de rock”
Florencia Ure (Random House Mondadori): “La novela romántica tiene un público superfiel, parece un público de rock, se les tiran encima, hay fanatismo con el autor, quieren fotos, otros autores venden bien, pero no firman nada. La novela romántica hace que el escritor se una con el lector, organiza un té o lo que sea, y no te falla. El año pasado, cuando Castañas ganó el libro de la feria 2012, el acto se llenó de fanáticas. El estilo está ninguneado, pero si es chantada, no funciona”.
María Estomba (Ediciones B): La que encabeza este estilo es Sarah Lark, con 6 millones vendidos en el mundo con En el país de la nube blanca. Las lectoras son voraces, informadas, exigentes, conocen los lanzamientos en el mundo, y te preguntan cuándo llegan al país y brindan información.
Ana Wajszczuk (Planeta): “Es un fenómeno impactante. Ana María Cabrera lleva más de 30 mil libros vendidos; Vivi Rivero lleva más de 80 mil ejemplares y Flor Canale, más de 40 mil ejemplares”.