SOCIEDAD

Los fans de los comics japoneses tuvieron su propia fiesta

Alrededor de 1500 chicos de entre 13 y 20 años se reunieron en una disco para rendir culto a sus personajes de animé preferidos. Fotogalería. Galería de fotos

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| Cedoc

Gabriela, de 16 años, hace equilibrio arriba de dos plataformas negras. Lleva medias rasgadas de colores fosforescentes, una mini de tul, la mitad de la cabeza afeitada, mucha pintura en los ojos y tres piercings en el labio inferior. Dice que no sabe si definirse como gótica o como qué. Pero tampoco interesa a qué tribu urbana pertenece exactamente. Lo importante es que a ella le gustan los dibujos animados japonenses. Por eso apura el paso hasta llegar a la disco de Chacabuco al 900, donde se realiza la fiesta Awake, que se prolonga hasta las 21. Allí se encuentran cada tres meses los amantes del animé y de la cultura japonesa.

Mientras afuera brilla el sol del domingo, adentro del boliche en semipenumbras unos 1500 chicos y chicas entre los 13 y los 20 años se reúnen para rendir un culto festivo y pagano a sus personajes de animé preferidos. Gina, de 15 años, está disfrazada con una peluca rubia y unos sostenes negros y sensuales, como Amane Misa, de Death Note. La chica va seguida de su madre, Valeria, de 42 años, que le cose los vestuarios y la acompaña a cada encuentro, que se realizan en distintos barrios de Buenos Aires y son la previa de un gran encuentro nacional que se hará en diciembre. Gabriela, Gina y otros chicos y chicas participan de un torneo de “cosplay” (juego de disfraces que recrea personajes de cómic), una de las actividades de la Awake.

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“Este es un fenómeno de gente que adora el manga y se encuentra cada tanto para expresar su fanatismo por la cultura japonesa, en el especial los cómics, y compartir con otros la misma onda”, explica Leonardo Llinás, uno de los organizados de esta fiesta. Mientras tanto, en el escenario Hideki Ito, recién llegado de Brasil –allí donde la comunidad nipona es la más grande fuera de su país de origen—canta temas de Mazinger Z, coreados por una multitud de fans con los brazos en alto. Afuera del boliche hay stands donde se venden comics, remeras y pins de esos personajes de ojos grandes y bocas diminutas que son una marca registrada del dibujo japonés.

Ropa oscura, piercings en punta sobre labios adolescentes, disfraces plateados, pelucas llamativas contrastan con la inocencia del “asian menú” preferido en esta fiesta: sopa de fideos y verduras llamada “ramen”, que los chicos comen con palitos. “Aquí no se vende nada de alcohol, sólo gaseosas y comida asiática para picar, como bollos de arroz. Claro que aquel que quiera algo más autóctono puede comprarse unas empanadas”, cuenta Susana, una de las encargadas del catering. Ella reconoce que para algunas personas ver este festival puede resultar “freak” (raro) pero también advierte que, mirado de cerca, nadie es del todo normal.

(*) Especial para Perfil.com