“Me levanté contento, con ganas de empezar a caminar. Ver la peregrinación es como ver un río de fe. Hay una energía increíble. Creo que Francisco fue escuchado de otra manera por la gente”, dice Hernán Acosta (26), seminarista que ayer participó de la 39ª peregrinación a Luján, junto a miles de personas. Este año, mientras realiza el año introductorio en el seminario de Morón, completó por primera vez la peregrinación. A las nueve empezó a caminar, con una mochila donde llevaba lo justo y una columna de jóvenes que lo seguiría todo el día. “Hay una nueva camada de jóvenes que se motivan con sus palabras a hacer lío, como dice, y creo que si bien no es que te marca un perfil, sí te hace reflexionar y seguir el camino de la fe. Su presencia, su elección, fue como abrir la ventana para que entre el aire”, explica. En su caso, la decisión también llegó mientras estudiaba una carrera universitaria, trabajaba en un colegio y acababa de terminar un noviazgo de cinco años.
Sintió el “llamado” hablando con curas y, sobre todo, viendo su trabajo. “Ver a un sacerdote feliz en su entrega me pareció increíble. Esa felicidad por el otro te ayuda a mantener la decisión y a superar los sacrificios de no formar una familia, por ejemplo”, agrega.
También en un puente sobre la Ruta 6, cerca de General Rodríguez, los seminaristas de la diócesis de Capital Federal asistieron durante todo el día a los miles de fieles en su camino a Luján. Así lo hacen cada año desde 1998, por expreso pedido del entonces obispo Jorge Bergoglio, que los llamó a estar allí en cada peregrinación. “El cardenal pidió que atendamos a los peregrinos, sobre todo a los que van sin una parroquia. En el puesto, los sacerdotes de la diócesis son invitados a confesar, y los seminaristas nos repartimos horarios para hacer bendiciones, repartir estampitas y juntar intenciones”, cuenta Julián Zabalaga (27), seminarista. En la peregrinación de este año se sintió una movilización especial, algo que viene generando la figura de Francisco. “Es loco, porque es el mismo mensaje que ya recibíamos de él como nuestro obispo, pero ahora captamos sus palabras de manera especial”, dice Julián.
Como él, muchos seminaristas ven en Francisco un guiño especial en la decisión que tomaron, que la fortifica. “El Papa llama a la reflexión, y hoy ser sacerdote está mejor visto, el mundo nos acompaña entendiendo nuestro rol. Antes no era así, se cuestionaba más la religión”, opina Fabián Cortés, de 27 años, que está haciendo el segundo año del seminario en la Diócesis San Pedro y San Pablo. Los fines de semana colabora en San Cayetano, donde da catequesis a adolescentes. Mario Luna (25), otro seminarista, cree que “se puede decir que somos obreros de Francisco y trabajamos con él”. El nombramiento del Papa reafirmó su elección, a un año de haber ingresado al seminario. “Su humildad y tranquilidad me hace entender cosas que antes se sentían más lejos”, agrega.
Entrega. En el puesto de la parroquia Santa Clara, en General Rodríguez, Juan Manuel Bianchi (28) atiende con una sonrisa a todo aquel que necesita una palabra de aliento, un vaso de agua o un masaje en los pies. Seminarista de sexto año de la diócesis de San Isidro, en su caso, la confirmación que realizó en sus últimos años de colegio fue el momento en que empezó a plantearse preguntas sobre su vida. Antes no era practicante y tampoco iba a misa, pero algo empezó a cambiar, y tras un proceso de cuatro años –en los que estudió dos carreras, trabajó, y empezó a ir a una parroquia– decidió que quería ser sacerdote y se anotó en el seminario. “Cuando estaba con los grupos en la parroquia me decía a mí mismo: yo quiero que esto sea mi vida”, recuerda.
Por su parte, Miguel Angel Gómez (25) vivió ayer una jornada muy especial. El día de su cumpleaños, y tras siete años de ir caminando a Luján, decidió ayudar en la Basílica, dando aliento en las últimas cuadras a los peregrinos.
El está haciendo el año introductorio al seminario, por lo que dice que “esta vez decidí servir desde mi lugar. Además, es mi cumpleaños y quise celebrarlo así”.