La incorporación de la tecnología en el sistema bancario modificó los hábitos de miles de personas que antes solían pasar varias horas haciendo una cola para cobrar sus haberes o bien pagar los impuestos. Cuando a fines de 2001 el ex ministro de Economía Domingo Cavallo instauró el famoso “corralito” financiero para evitar la fuga de capitales, muchas empresas se vieron obligadas a bancarizar a sus empleados.
Así la gente comenzó a volcarse masivamente en los cajeros automáticos. Y el cambio no tardó en despertar la atención de los delincuentes, quienes aprovechando la tendencia instalaron una nueva modalidad delictiva: el robo de tarjetas de débito o de datos para vaciar las cuentas.
Si bien en la actualidad existen varias categorías, la más habitual sigue siendo la trampa tipo “pescador”, un sistema casero que retiene la tarjeta en la lectora del cajero automático pero que obliga al delincuente a intervenir para obtener el PIN.
Según la Policía, los autores introducen el “pescador” preferentemente los feriados o fines de semana para asegurarse que la víctima no pueda corroborar que la tarjeta no fue retenida por el cajero, y así retirar la mayor cantidad de dinero posible.
Para no caer en la trampa, especialistas en seguridad aconsejan “no confiar la clave a extraños”.
Otros trucos. La modalidad tipo skimme (copiador de datos) creció mucho durante los últimos años. Si bien el objetivo siempre es el mismo, existen distintas variantes para llevar a cabo esta práctica.
Una de ellas consiste en instalar un abrepuerta falso y una cámara que apunta al teclado. El abrepuerta copia los datos de la banda magnética de la tarjeta y con la cámara el delincuente obtiene la clave de seguridad. Después, “fabrica” un plástico mellizo con el que realiza la extracción.
Otros –como el de Fernando Pereiro– chupan el PIN mediante un teclado que programan con un chip o colocan un sistema en la lectora que almacena los datos.
La trampa dispensadora es otra modalidad de las más habituales. La operación consiste en instalar una traba en el dispensador del dinero. Como la tarjeta no es retenida, el usuario suele creer que se trata de una falla del cajero. Sin embargo, el dinero queda trabado y un rato después el delincuente pasa a retirarlo.
A pesar de las variantes que existen, el 80% de los delitos en cajeros automáticos denunciados en Capital Federal fueron esclarecidos por la División de Fraudes Bancarios de la Policía Federal. Casi todas las víctimas recuperaron el monto sustraído porque el banco suele absorber las pérdidas.