“No pude haber tenido un padre mejor”, dice Daniel, sentado en el living de su casa de Vicente López junto a su papá Luis, que lo adoptó hace seis años. Todo empezó hace nueve, cuando decidió que quería criar un hijo y comenzó a deambular por los juzgados hasta que un día conoció a Dani en un hogar. Le habían dicho que tenía seis años, pero al llegar le aseguraron que tenía diez; en ningún momento dudó, a pesar de las complicaciones que, le advirtieron, podría treaerle un chico de esa edad. Daniel había pasado por cuatro familias, pero ninguna quiso quedárselo, hasta que llegó Luis, un arquitecto homosexual que nunca ocultó su condición ante los jueces, a pesar de los prejuicios que, sabía, tendría que enfrentar.
“Nunca le mentí, pero me recomendaron que no diga las cosas cuando los chicos no quieren saber. Hay que dejar que los chicos pregunten, pero no se lo oculté. No traía minas ni llevaba una doble vida, para que él se diera cuenta que pasaba otra cosa”, señala Luis que estuvo en pareja cuatro años con Gustavo. La convivencia entre los tres fue armoniosa y aunque se separaron, Daniel se sigue viendo con Gustavo porque generaron una relación profunda y duradera. El chico de 16 años afirma: “Al principio me costó un poco lo de la sexualidad, porque no lo entendía, pero hablarlo con la psicopedagoga me ayudó y hoy me encantaría que mi papá pueda casarse, así además tendría dos papás”.
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