“El precio es a ojímetro”, advierte un usuario de Guía Óleo sobre el restaurante Guido’s. “Es medio raro no saber lo que vas a comer ni cuánto te va a salir”, dice otro. Es que esta cantina, en donde no queda del todo claro cuánto ni cómo se cobra, se basa en una propuesta diferente: el “Ci penso io” (algo así como “yo me encargo” en italiano).
El dueño del lugar, Carlos Sosto, explica el sistema: “Vos venís al restaurante, te sentás y comés lo que te ponemos sobre la mesa”.
Para quien no está preparado, puede resultar algo chocante; sin embargo, este restó ubicado en frente del zoológico es el elegido por el jet set porteño. Por él desfilaron figuras como Marcelo Tinelli, Pablo Echarri, Juanita Viale, Mirtha Legrand y hasta Marcello Mastroianni.
El local abrió sus puertas en la década del ‘80 como un bar de taxistas. Una década después, gracias a un sistema insólito (donde el cliente come lo que el dueño quiere) y una propuesta gastronómica para los paladares más exigentes, se consolidó entre la farándula.
En Tips, en cambio, el sistema es completamente opuesto. Un cartel en la entrada advierte a los despistados: “Comida a la propina”.
Este restaurante, que abrió hace poco menos de tres meses en Palermo Hollywood, también cuenta con un sistema original de pago: el cliente arma su propio menú y, al finalizar la cena, el mozo le lleva un sobre a la mesa para que deposite la cantidad de dinero que le parezca adecuada para pagar la comida.
El dueño, Demián Español, cuenta que la gente suele dejar alrededor de 100 pesos por cabeza. “Acá se come con entrada, plato principal y postre. Pretendemos que el cliente deje lo que dejaría en otro restaurante a la carta”, dice.
Si bien no es común toparse con restaurantes de este tipo, podemos encontrar experiencias similares en Buenos Aires. Ya Claudia Iluane había intentado implementar la “comida a la gorra” hace dos años con su parrilla Pampa Picante.
En este restaurante de Palermo, el comensal elegía lo que quería comer y una vez finalizada la cena se dirigía a la caja y completaba un papel en donde especificaba qué importe iba a dejar. Las bebidas eran lo único que tenía un precio fijo.
En diálogo con Perfil.com, Iluane cuenta que el sistema entró en crisis a mediados de 2009 con la gripe porcina. “El sistema andaba bien porque el lugar se llenaba de gente, pero al bajar el volumen dejó de funcionar”, dice. Hoy el restaurante sigue existiendo pero con el método de pago tradicional.
En cuanto a los problemas, Iluane recuerda que mucha gente sentía presionada a la hora de pagar. Además, nunca se logró la fidelidad del cliente: “Se corrió la bola entre los colegios secundarios y se llenaba de mocosos que venían en patota y no dejaban nada”, comenta. Según cuenta, el 70% de los clientes pagaban un precio acorde al servicio y el 30% restante pagaba por debajo del valor.
Un caso similar al de Guido’s podría ser Sukiyaki, un restaurante de comida japonesa elegido por celebridades de la talla Luis Alberto Spinetta. En este local escondido en el Pasaje San Lorenzo, en San Telmo, no hay menú sino que su dueño, Ito San, decide qué pondrá sobre la mesa. Cuando la cena termina, el oriental se acerca y dice cuánto va a cobrar sin que quede del todo claro cómo llegó a ese número.
Al igual que Guido’s, quien concurra a este tipo de restaurantes tiene que estar abierto a nuevas experiencias y, por las dudas, llevar una billetera abultada. Ahora, para los que no llegan a fin de mes, vale aclarar que Tips tampoco es la opción indicada. “Siempre está el que viene y deja treinta pesos”, dice el dueño. Pero no es la regla: “El que deja poco, en general, no vuelve”.
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(*) de la redacción de Perfil.com