Ambos están dónde quieren. Héctor Larrea llegó hace casi 15 años a un lugar que deseaba desde mucho antes: “Yo quería trabajar aquí. Me había llamado Julio Mahárbiz en los 90, para hacer un programa exclusivamente de música argentina, pero no podía salir de Rivadavia porque tenía un contrato muy severo. Era muy fuerte. Ganaba bien”. María Laura Santillán transita su segundo período al frente de Plato fuerte, ciclo que conduce de 13 a 15 en la radio pública, emisora a la que llegó porque sabía que ahí trabajaba el creador de Rapidísimo. “Vos eras la persona más importante del medio”, recuerda la periodista que va por su decimoquinta temporada como cabeza de Telenoche. “En ese momento sí... Yo quería venir porque era una de las radios que escuchaba de chico y eso que hacían solo música clásica, pero también había radioteatros. Eran muy interesantes, estaban muy bien hechos”, agrega Larrea.
—Finalmente pudo llegar.
LARREA: Comencé a tener dificultades. Me debían tres años de contrato en Rivadavia y estaba cansado de bancar a mi propio equipo y resolví irme. Justo me llamó Mona Moncalvillo y me dijo si quería venir. Le pedí hacer el duelo, vine y me quedé…
—Vos estuviste mucho tiempo sin hacer radio.
SANTILLAN: Hice desde el 83 al 91 y después aparecieron tantas cosas en tele que no hice más radio. Cuando terminé en TN me dieron ganas de volver. Porque necesito, además de dar las noticias en horario central, otros espacios donde pueda hacer otras cosas. Empecé en Millenium, pero enseguida me empezaron a llegar propuestas. Una de las razones por las que elegí Nacional es porque estaba Héctor, era la certeza de que era un lugar serio. La otra es porque recorrí mucho mi país, porque me gusta, por mis abuelos y porque Telenoche Investiga me llevó por Argentina durante cuatro años. Vi lo importante que es Radio Nacional en el interior. Todo el tiempo estoy pensado que hablo para todo el país. Tengo conciencia de eso.
—¿Cuánto cambió la radio como medio?
L: Está en permanente cambio, es dinámica. No nos damos cuenta, pero con las distintas generaciones se van subrayando los cambios. En el tiempo fue dando vueltas, tuvo su época de desorientación cuando todas las radios eran del Estado y la TV la desbancó del horario nocturno. Las emisoras bajan las manos, pero hubo una persona que se encargó de demostrar que no había que estar así: Cacho Fontana, pone el Fontana Show y la radio recobra la fe y el horario de la mañana. Ahí empieza a cambiar la radio hacia lo periodístico. La gente lo agradece mucho. ¿Para qué está la radio? Para cubrir las necesidades de la gente. Esta radio me gusta porque es muy equilibrada y porque fue a buscar figuras jóvenes, la más importante es ella.
S: Igual no es. Importante sigue siendo. El talento es interpretar lo que la gente quiere escuchar. Tratar de estar muy atento a no bandearse. El hablaba del talento de Cacho Fontana, podríamos hablar del de Lalo Mir, de gente que son como hitos que se pueden renovar todo el tiempo. Héctor es lo más grande que tenemos.
Se conocen desde que Rapidísimo rompía esquemas y ratings en Rivadavia. Larrea quería que en el móvil trabajaran mujeres, pero que sean periodistas. “Antes se agarraba lo que había, yo quería fibra periodística. Recién salíamos de la dictadura, era una época difícil, con el país en ebullición. De la radio me dijeron: ‘Estamos hablando con una chica que está en Splendid haciendo gremiales, tiene lo que me pediste’… Nunca dudé que iba a hacer la carrera que hizo”, explica el locutor que va rumbo a sus 80 años sin que su inconfundible voz acuse recibo. “Estuve pocos meses en aquella emisora –agrega– Santillán, pero a todos les sorprendía que estuviera en la CGT haciendo móviles para el informativo. Para mí ir a Rapidísimo era jugar en primera siendo muy chica”.
—¿En qué se parecen los gremialistas de hoy a los que conociste en tu época de movilera?
S: El personaje más importante era Saúl Ubaldini y la CGT estaba dividida. En lo folclórico, en esta cultura de ir todos juntos, de estar siempre rodeados, de tener seguridad y cantar la Marcha Peronista… Pasaron muchos años y los popes no se adaptaron a los tiempos. Son como antiguos. En ese sentido son más parecidos que diferentes.
—¿Moyano y Ubaldini te despiertan lo mismo?
S: No, pero yo tenía 19 años… Ubaldini, nos guste o no, tenía una presencia mucho más importante que Moyano. El tipo es un referente, no sé si Moyano con el tiempo lo será… El sindicalismo, en líneas generales, no está al día. Es como una foto vieja. Tendríamos que estar hablando de cómo cambió el trabajo para los que están laburando no dejen de tener empleo en momentos donde en todo el mundo las tecnologías reemplazan al hombre. Creo que son otros los temas. Hay que ver las cosas desde otra perspectiva, si no, es un suicidio. Si vos decís peleo por este lugar hasta la muerte, el lugar se va.
—Se dice que la crisis que atraviesan algunos medios se veía venir. ¿Les pasa eso?
S: Se veía venir en los medios que estaban atados a una superpauta del Estado. En algún momento, si vivís solo de eso, y no de una manera transparente, se te va a cortar. En el caso de Cristóbal López, no sé si veía venir. Una empresa como Oil Combustibles funcionaba sin pagar todos los impuestos que debía... Tengo muchos compañeros que trabajaban ahí. Algunos se fueron, otros siguieron, pero no sé si se lo esperaban. Es difícil verlo, porque vos no sabés cómo son los números del que te está contratando.
L: Yo pensaba que esto de alguna manera iba a pasar. Además de todo lo que uno lamenta, porque es muy doloroso ver que se queda la gente sin trabajo, saber eso es aniquilante desde lo moral y espiritual, esto deja una enseñanza muy importante: hay que ver a quién se le otorga una licencia. No se puede repetir que se le entreguen radios a gente irresponsable. Mi gran temor es no saber si hoy las radios son un negocio sustentable con la publicidad. Las AM tienen un costo muy elevado y no sé si se puede mantener el personal que se necesita.
"Telenoche es un gran programa"
—¿Cómo transitás dar malas noticias?
S: Todavía hay cosas que te sacan de eje, se hace uso del oficio y nada más. Te pegan mucho las noticias, te angustian como a todo el mundo, pero no puedo ponerme a llorar. En ese momento mi tarea es lo importante, no mis emociones. Lo que pasó con Débora no lo puedo creer. Ese día, recuerdo que terminé de trabajar y agarré el auto, pero tuve que parar a un costado porque no podía frenar el llanto. Ese es el momento donde sacás afuera todo lo que estuviste aguantando. Estamos todos muy tristes.
—¿Está repleto de opinadores el medio?
S: No me gusta opinar de otras tareas. Cada uno hace lo que le gusta hacer o lo que puede con el espacio que le dieron. A mí no me divierte estar opinando de todo. Tampoco consumo programas de opinadores. Hay espacio para hacer lo que quieras.
—¿Cuánto valor tiene el rating?
S: El valor lo da la calidad del programa. Lo que hay que hacer, hay que hacerlo bien. Trabajar, poner talento. Si no lo tiene uno, hay que buscar el de los demás. Hay que tener un equipo. Yo quiero ganar siempre. Me acostumbré a eso desde los 20 años. Fui criada con la idea de que cuanto más nos escuchen o nos vean, mejor. Me hace muy feliz cuanto se mira Telenoche, porque hacemos un gran programa. En ese sentido me importa. En relación a Nacional, no se mide el rating en el país. A nosotros nos llega la planilla de Buenos Aires, pero estamos en 49 emisoras simultáneamente más las repetidoras. Si cuento eso, el rating es enorme.
—Héctor hizo escuela. ¿Hay en la radio gente de la cual se aprende?
S: Me gusta escuchar a la Negra Vernaci. Me divierte y me relaja, del mismo modo que me divierte ver a Capusotto en la tele… Alguien de quien aprendí mucho escuchándolo es Fernando Peña. Estoy muy conectada con la información, así que la radio y la tele muchas veces son lugares para un poco de relax. Cuando puedo, escucho a Migue Granados. Me parece muy talentoso, pero lamentablemente compartimos horario.