Por la cantidad de periodistas, fotógrafos y móviles de televisión de distintas partes del mundo, y sin olvidar a los curiosos infaltables, parecía que detrás de la puerta de madera estuviera por salir una figura internacional o incluso una estrella de rock. Pero no.
Con una expresión de alegría combinada con el cansancio una vez más salió María Elena, la hermana menor de Jorge Mario Bergoglio para recibir a los medios. En la puerta de su casa, ubicada en la localidad bonaerense de Ituzaingó, atendió ayer uno por uno a los interesados en conocer detalles de la vida del Papa cuando no era Papa.
María Elena confiesa que durmió muy poco en los últimos días, aunque no deja de agredecer la calidez con la que los medios difunden la vida de su hermano. Su relato tranquilo se interrumpe ante el grito desaforado de una mujer que pasaba en un auto. “¡Viva el Papa!”, dice y otros conductores se expresan tocando la bocina. La situación se repite cada vez que María Elena sale de su casa.
Poco queda de tranquilo en el barrio de casas bajas. Ahora todos quieren que María Elena cuente una y otra vez las historias compartidas con el actual Papa Francisco. “En el 2005 recé para que no lo eligieran Papa, pero en esta oportunidad no imaginé que sería el elegido. Cuando escuché su nombre me largué a llorar. No pude disfrutar demasiado ese momento porque llamaban por teléfono, los vecinos golpeaban la puerta y estaba todo muy revolucionado”, cuenta.
Si bien Jorge le lleva once años de diferencia, el vínculo entre hermanos siempre fue muy estrecho. “Es una persona muy protectora, muy cariñosa y de ideas muy claras. Es el padrino de mi hijo mayor y siempre nos hablamos por teléfono”, dice y relata cómo Jorge le dijo a su madre que quería dedicarse al sacerdocio. “Mi mamá cuando Jorge terminó el secundario le preguntó a qué se dedicaría y él le dijo que quería estudiar medicina. Entonces mamá ordenó un cuarto y se lo dio para que allí estudiara tranquilo. Un día fue a limpiar el cuarto y encontró libros de teología y de latín.
Sin entender nada, mi mamá le dice “hijo, ¿qué son estos libros? ¿no te ibas a dedicar a la medicina?” y Jorge le contestó “Sí, pero a la medicina del alma”, y mi madre no le pudo decir nada”.
Durante su relato, los micrófonos y las cámaras parecen multiplicarse. Las preguntas se repiten y parecían no terminarse pero María Elena contestó todas con paciencia y sin guardarse detalles. Incluso se disculpa por no poder precisar más historias familiares pero la demanda de entrevistas constante “bloquearon su memoria”. “Estoy agotada, no puedo ni sentir lo que siento de tanta gente que recibo. Necesito unos días para que mi cabeza descanse y poder entender todo. Sé que quieren saber sobre él y por eso hablo, pero el protagonista y el que pasará a la historia es él”, dice con orgullo.
En tanto, en el barrio de Flores, en las rejas de la casa donde nació y se crió Jorge, algunos creyentes que se acercaron al lugar colgaron rosarios como un intento de convertir la vivienda en un santuario. Incluso los vecinos orientan a los periodistas extranjeros para que recorran el barrio.