Son la arena donde se dirimen algunas de las pasiones más profundas del país. Vieron gambetear a los ídolos más grandes del mundo, atraen decenas de miles de personas por fecha y, además, sostienen el mayor negocio deportivo de la Argentina. Pero desde hace años ejercen su actividad sin tener la habilitación definitiva para hacerlo.
Ninguno de los 18 estadios de fútbol que están emplazados en el área porteña tiene tramitado el permiso definitivo para recibir miles de personas por fin de semana. Y la mayoría de ellos aún no terminó de hacer las presentaciones que exige el Gobierno para avanzar con los permisos.
¿Cómo abren, entonces, sus puertas? Unas horas antes de cada partido, la Dirección General de Fiscalización y Control llega al estadio y evalúa si las condiciones de seguridad e higiene son óptimas. Miran que no estén obstruidas las salidas de emergencia, que los matafuegos operen correctamente, que no haya alambrados rotos y que los baños funcionen con normalidad, entre otras cosas.
Una vez realizado el procedimiento, si todo está en orden, el Gobierno labra un permiso temporal que se conoce como “dar puerta”, que habilita el ingreso de personas y caduca cuando termina el evento.
Para tener una habilitación formal los clubes deberían presentar diversos tipos de documentación que lleva un tiempo de elaboración y de aprobación por las entidades oficiales y que en algunos casos es imposible conseguir, como el título de propiedad de las tierras sobre las que montaron las instalaciones.