Ese viejito simpático, vestido de rojo, con larga barba blanca, gorro al tono y demasiado abrigado para los rigores del verano argentino no fue siempre el mismo que hoy en día puede encontrarse en casi cualquier shopping del país. De hecho, si bien el mito de Papá Noel data del Siglo IV, la forma de representarlo no estuvo bien definida hasta 1931, cuando una publicidad de Coca-Cola terminó de delinear al entrañable personaje que todos los niños esperan en cada Navidad.
Fue el pintor Habdon Sundblom quien, a pedido de la compañía de gaseosas, trazó los rasgos definitivos de la figura regordeta que hoy en día todos relacionan con Santa Claus, tomando como base la caracterización que un dibujante satírico, Thomas Nast, había hecho del mítico personaje entre 1863 y 1886, en las ilustraciones que publicaba en la revista Harper’s.
En ese mismo medio, Papá Noel comenzó a aparecer con vestimenta roja a fines del Siglo XIX, gracias al desarrollo de nuevas técnicas para la impresión a color. Pero el mito de “Santa”, como suelen llamarlo a secas en los Estados Unidos, viene de muchísimo antes. Más precisamente, del Siglo IV, cuando, en territorio actualmente perteneciente a Turquía, un sacerdote cristiano comenzaba a forjarse la fama de milagrero que le permitiría pasar a la historia como San Nicolás de Bari.
Conmovido ante las situaciones que generaba la peste en su ciudad, el susodicho Nicolás decidió un día repartir sus bienes entre los necesitados y ordenarse como religioso en la ciudad de Mira, donde su tío ejercía la función de obispo que él mismo cumpliría más adelante. Allí, buscó siempre ayudar a los más necesitados y a los niños, por lo que cientos de historias comenzaron a tejerse en derredor suyo en tono de admiración.
Semejante veneración de la que era objeto en el viejo mundo permitió al personaje en cuestión llegar a New York en 1621 como santo patrono de la inmigración holandesa, con el nombre de Sinter Klaas . Luego, los angloparlantes hicieron lo suyo para que esa denominación cambiara por Santa Claus , nombre con el que el viejo San Nicolás llegó a Gran Bretaña a comienzos del Siglo XIX para luego fundirse con el Bonhomme Noël francés que vestía blanco con vivos dorados y, Coca-Cola mediante, terminar convirtiéndose en el viejo y querido Papá Noel local.