La Navidad nos deja un tendal de regalos de dos tipos: los esperados y los indeseables. Muchas personas optan por cambiarlos, pero, sobre todo en EE.UU., es cada vez más común que se los pasen a otros que sepan aprovecharlos mejor. Esta tendencia se conoce como regifting (re-regalar) o reciclaje. La psicóloga Gabrielle Adams, profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Londres, quiso indagar en esta práctica y puso en marcha una serie de experimentos, cuyos resultados se publicaron esta semana en la revista Psychological Science.
"Mis colegas y yo nos interesamos en esta tendencia, porque es una práctica cultural común que todavía sigue censurándose. Todos conocemos personas que re-regalan, o tal vez lo hacemos nosotros mismos, pero en general cuesta reconocerlo", le dijo al diario PERFIL vía e mail.
De acuerdo con sus hallazgos, a quien regala no le importa tanto el destino del obsequio, a pesar de lo que se cree normalmente. Uno de los experimentos midió el grado de "ofensividad" de los compradores si los obsequiados tiraban a la basura o “reciclaban” los objetos. Los dadores se ofendían mucho menos si los receptores los volvían a regalar, mientras que los destinatarios percibían que el daño era el mismo.
Los científicos concluyeron que la asimetría en las reacciones se basaba en la percepción de los derechos sobre un regalo. Quien lo entrega, ¿conserva algún grado de decisión sobre su futuro? Según los que reciben el obsequio, sí. Según quienes lo dan, no. Por esto concluyeron que debería levantarse la censura social sobre la práctica del regifting . “Volver a regalar un obsequio no es malo”, dijo Adams. “De hecho, es una manera de asegurar que los regalos se trasladan a aquellos que realmente los van a disfrutar”, agregó. Contempla excepciones, claro: “No es lo mismo dar un anillo de compromiso que un jean”.
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