Ricardo Manoukian, hijo de los dueños de los supermercados Tanti, fue la primera víctima. Fue secuestrado el 22 de julio de 1982, iba a cumplir 24 años. Antes de ser asesinado, estuvo nueve días atado de pies y manos en la bañera de la familia Puccio. Una agonía innecesaria, debido a que desde el inicio, el plan era matarlo. Conocía a sus captores. De nada sirvieron los US$ 250 mil que su familia pagó.
Lo mismo ocurrió con Eduardo Aulet, recién recibido de ingeniero. Llevaba seis meses casado cuando fue capturado el 5 de mayo de 1983 en Libertador y Austria. Por él, sus familiares pagaron 100 mil dólares de rescate, pero Eduardo nunca volvió. Cuatro años más tarde, cuando uno de los miembros se quebró, encontraron su cuerpo enterrado en un descampado de General Rodríguez.
Las cosas fueron diferentes en el caso de Emilio Naum. El empresario se resistió y fue asesinado cuando debía ser capturado. En todo caso, su homicidio se adelantó.
Ya pasaron treinta años y la noticia de una familia que secuestraba y mataba a conocidos dentro de su casa de San Isidro aparece como una realidad lejana. Pero no lo es. El clan dejó en las familias de las víctimas una marca imborrable y la perversión de sus métodos dejó una huella que aún persiste.
Para los familiares de víctimas de los Puccio la película será un homenaje
A días del estreno del film de Pablo Trapero, las viudas de Eduardo Aulet y Emilio Naum y el hermano de Guillermo Manoukian recuerdan cómo fue la pesadilla que marcó sus vidas.
