Después de Al Pacino llega Gérard Depardieu; del show de Babasónicos a los de Gustavo Santaolalla, Cacho Castaña y Chris Cornell; hasta fin de año, el Teatro Colón será escenario de los espectáculos más diversos, por fuera de sus presentaciones tradicionales de ópera, ballet y conciertos. Esto sigue generando polémica y según pudo constatar PERFIL por $ 600 mil casi cualquier tipo de show puede realizarse en el primer coliseo porteño, considerado uno de los teatros más importantes del mundo.
“Entre Cemento y el Colón hay apenas veinte cuadras de diferencia”, dijo el líder de Babasónicos Adrián Dárgelos –quien además se colgó de uno de los palcos durante el show que dió el pasado lunes–, a lo que el director artístico Darío Lopérfido respondió indignado que fue un error programar “a músicos que les da lo mismo tocar en el Colón, uno de los tres teatros más importantes del planeta, que cualquier otro lado”.
Así, desde hace un par de años además de Julio Bocca, Marta Argerich y Daniel Baremboin, también pasaron por allí Gustavo Cerati, Charly García, Fito Páz, y hasta la cantante de cumbia Karina “La Princesita”, en un marco de acciones que busca acercar al Colón a todos, aunque no todos ven con buenos ojos esta iniciativa. “La música amplificada por micrófonos se oye mal. El teatro tiene su acústica perfecta que no necesita amplificación”, dicen los trabajadores. Muchos abonados están en contra por el desprestigio a un lugar –considerado para “elegidos”–; por el posible daño a la acústica, y por miedo a que se saquen fechas a los shows propios, aunque desde el teatro sostienen que todo se programa por fuera de la temporada oficial.
“Es una barbaridad que se utilice para espectáculos que no fueron pensados para este tipo de salas”, opina Carlos Vieu, director de orquesta lírica, para quien “el Colón se construyó pensando en la música clásica, el ballet y la ópera; es una falta de respeto hacia lo que representa el teatro en sí”. En la misma línea, Luis Ovsejevich, ex director del teatro entre el 98 y el 99, y actual presidente de la Fundación Konex asegura que es una “vergüenza” convertir el teatro en un negocio. “Si quieren acercar al gran público se deberían hacer más funciones de ópera o ballet, como se hacía antes con las funciones para chicos, para introducirlos en la música”.
Costos. El Banco Ciudad es el encargado de tasar los salones y determinar los valores. La sala cuesta $ 600 mil por día, esto incluye a las acomodadoras y al servicio de limpieza. Todo lo demás se considera extra y se paga aparte; la escenotécnica, la microfonía, los iluminadores. Además, el precio varía según la cantidad de personal que se necesite para el espectáculo en cuestión.
El Salón Dorado, en tanto, cuesta cerca de $ 300 mil por evento. Allí fue donde Al Pacino se encontró con los fans después de sus funciones. Y el Salón Blanco, ronda los $ 200 mil. “Por ley no se pueden superar los noventa decibeles, porque un mayor volumen, daña la sala”, explican fuentes del lugar, por lo que siempre hay integrantes del staff presente verificando que no se supere este límite.
Con respecto al criterio sobre qué tipo de shows pueden hacerse allí ronda una “zona gris”: a veces llegan por recomendaciones del gobierno porteño (Cacho Castaña es una vieja insistencia del presidente Mauricio Macri de sus tiempos de alcalde), o de los empresarios que pagan por traer ciertos artistas.
Los más críticos ironizan con el que el icónico teatro se está convirtiendo en un Salón de Usos Múltiples (SUM) ya que se alquila a quien esté dispuesto a pagar la tarifa. Desde el teatro aseguran que la mayor parte de los alquileres van para mantenimiento.
Para Margarita Zelarayán, crítica de música clásica, lo más alarmante de la situación actual es, “además de la calidad y el carácter de los eventos, su asiduidad”, porque así “se corre el riesgo de convertir al Colón en un teatro de alquiler”.
Mientras que Marcos Aguinis, abonado de la Filarmónica, opina que “no discriminaría ningún espectáculo siempre y cuando sea de calidad”, pero aclara que “si la voz no les da, que vayan a otro teatro, en el Colón no se pueden usar micrófonos ni saltar por los palcos –en alusión a los Babasónicos–, eso le quita jerarquía al teatro”.