“Yo, que soy fiel, ya no sé qué hacer con esta sequía”, dice Damián, de 32 años, que desde hace tres meses convive con su novia. Se llevan bien y padecen el mismo contratiempo. De hecho Laura, de 29, lo confirma: “Nunca antes habíamos estado tanto tiempo sin tocarnos”.
Como si fuera una carrera de obstáculos, los dos confían en que todo va a acomodarse pronto y hasta se lo toman a risa. Según el doctor Rubén Benítez, sexólogo, esa es la clave del éxito: “ Es muy común que al principio de una convivencia la pareja pierda un poco el interés sexual, pero al adaptarse a la rutina diaria, si antes había pasión, siempre vuelve”.
Los ajustes pueden demorar más de lo que, los antes amantes apasionados, estén dispuestos a soportar y, ahí sí, pueden venir problemas verdaderos. “Algunos pasan esta etapa de adaptación con éxito y otros fracasan en el intento. Es cuestión de tiempo y relajación”, asegura la licenciada Inés Serudiansky, terapeuta de parejas.
Lo cierto es que de pronto un día, dos personas que hasta ese momento sólo se veían cuando tenían ganas, pasan a compartir todo: tiempo, espacio, costumbres y se asustan.
“La mayor cantidad de parejas jóvenes que me consultan lo hace por la angustia que les genera el enorme cambio que viven al pasar del noviazgo a la convivencia. Es como que se encasillan mutuamente en determinados roles y se aterran de terminar siendo como sus padres: eso mata cualquier libido”, reflexiona la licenciada Serudiansky.
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