San Jerónimo nació cerca de Dalmacia y falleció el 30 de septiembre en Belén, Israel. ¿Por qué se eligió el día de su muerte como el día del Traductor y del Intérprete? Porque Jerónimo tradujo la Biblia (la Vulgata) del griego y del hebreo al latín. Su obra se convirtió en el libro más leído de la humanidad y dejó de ser la versión ‘oficial’ de la Iglesia Católica recién en 1979 cuando se publicó la Neovulgata.
Jerónimo aprendió el latín en Roma, donde sirvió al papa Dámaso y luego, cuando ya estaba interesado en traducir la Biblia del hebreo, decidió instalarse en Belén para perfeccionar su dominio de dicha lengua. Incluso se dio el lujo de corregir versiones anteriores de traducciones del Nuevo Testamento o de ciertos trozos del Antiguo Testamento, tratando de establecer un rigor en la versión traducida. En su momento, sus coetáneos lo criticaron por traducir la Biblia a partir de la versión en hebreo, pero San Jerónimo consideraba que debía acudir al texto original y traducirlo y, de hecho, detectó una serie de errores en las versiones de la Biblia que circulaban en su tiempo.
A diferencia de la mayoría de los traductores, San Jerónimo saltó a la fama y es conocido hasta en nuestros días: esto se debe, sin lugar a dudas, a su versión traducida de la Vulgata y a sus demás obras literarias que le valieron el título de Doctor de la Iglesia Católica.
La comunidad de Traductores e Intérpretes celebra el día 30 de septiembre como su día, el día en el que falleció un hombre que, para traducir un texto sintió la necesidad de irse a vivir al país donde se hablaba esa lengua para poder entender mejor el mensaje que debía traducir. No se trataba, simplemente, de reemplazar una palabra en hebreo por su equivalente en latín, sino que era necesario comprender el sentido, la cohesión del texto y la intención del autor.
AIIC, la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencia con sede en Ginebra, Suiza, celebrará su XXXVª Asamblea en Buenos Aires en enero de 2012. Entre los muchos principios que defiende dicha Asociación, se encuentra el de la formación de los intérpretes profesionales en la cultura y el espíritu de cada una de las lenguas que habrán de interpretar y se sugiere que los futuros intérpretes pasen al menos un semestre estudiando en una universidad en la que se impartan estudios en dichas lenguas extranjeras… ¡Igual que San Jerónimo que fue a estudiar latín en Roma y hebreo en Belén!
(*) Miembro del Consejo de AIIC por América del Sur.